IMPERIO 34.

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Cuando abro los ojos la cabeza me duele mucho, la luz me molesta a un nivel doloroso. Escucho un ruido constante muy cerca pero no logro identificar que es. Me siento confundida.

— Papá... — Susurro.

Cuando una enfermera se acerca comprendo que estoy en un hospital, pero ni siquiera entiendo que hago aquí o como llegue.

— Tranquila, no te levantes. — La cabeza me duele mucho.

— ¿Qué pasó? — Comienzo a ver a mi alrededor para comprobar que estoy en el hospital.

— No te preocupes. Tienes que descansar. — Niego y veo como toma un líquido con una aguja de un pequeño envase.

— Mi bebé. — Me llevo las manos al vientre con dificultad.

— Tu bebé está bien. — Pone su mano en mi brazo como para tranquilizarme, pero no lo logra. Un par de minutos después todo deja de darme vueltas pues me quedo profundamente dormida.

Cuando vuelvo a despertar no hay nadie conmigo en la habitación. La cabeza ya no me duele tanto así que puedo despejarme un poco más rápido y presionó el botón para llamar a la enfermera.

— Hola, me llamo Candy. — Una mujer me sonríe y se acerca a mí.

— Quiero ver a mis papás. — Me llevo la mano a la frente.

— Están hablando con el médico, ¿Necesitas algo?

— Quiero ir al baño. — Asiente con una sonrisa.

Me ayuda poco a poco a ponerme de pie y me acompaña al baño no me mareo y eso me hace más fácil la tarea. Pero en cuanto terminó de hacer pis las náuseas de cada mañana se hacen presentes y vomito.

— Tranquila, es normal los primeros meses. — Asiento.

Me ayuda a regresar a la cama y me da un poco de agua lo cual agradezco. Me dice que mis papás vendrán en unos minutos y se va. Quizá cinco minutos después la puerta se abre y en cuánto veo a mis papás comienzo a sollozar.

— ¿Cómo te sientes mi amor? — Mamá me da un beso en la frente.

— ¿Es verdad lo que dijiste? — No puedo evitar preguntarle a papá.

— Aitana, eres mi hija y por supuesto que me importas. Eres una parte de mi vida, eres mi princesa. — Me acaricia el cabello. — Nada de lo que dije es verdad. Solo necesitaba que te soltará.

— Mi amor, no necesitas a Oliver. Nos tienes a nosotros, jamás te vamos a dejar sola. — Me tiembla el labio inferior.

— Tienes que decir todo lo que en verdad pasó mi amor. Entender que todo esto fue un delito. Te golpeó y abusó de ti. — Sollozo y sé que el momento ha llegado.

— Les mentí. — Admito y papá me mira fijamente. — Me enamoré de él y yo no quería dejarlo. Me comenzó a tratar muy mal, a gritarme, a golpearme, me obligaba a hacer cosas con las que no me sentía cómoda. — Se me hace un nudo en la garganta.

— Tranquila mi amor. — Miro a mis papás.

Comienzo a contarles todo lo que pasó, incluso cuando me obligo a hacerle sexo oral a otro hombre. Dejo de hablar cuando papá nos da la espalda pasándose la mano por el cabello. Mamá está sollozando y yo ya no soy capaz de hablar por las lágrimas, pero de verdad necesito sacar todo esto que me está quemando.

— ¿Por qué no me dijiste nada? ¿Por qué soportaste? — Papá me mira con lágrimas en los ojos y yo vuelvo a sollozar.

— ¿Recuerdan la noche en que salí con Adriano y luego te pidió permiso para que llegará más tarde? — Mis papás se miran y asienten. — Esa noche cuando hablé con Adriano me di cuenta que no valía la pena estar con Oliver pues él no me amaba como yo lo amaba a él. No valía la pena los golpes ni todo lo que me hizo. Decidí alejarme de él, no le respondía las llamadas y fue poco más de un mes en el que volví a ser yo. Me sentía bien y feliz.

AITANA. (Imperio #2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora