IMPERIO 21.

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Mi felicidad continuó también la semana siguiente. Aunque la habitación no estaba llena de pétalos de rosa y tampoco fuimos al hotel no me importó para nada. Estuvimos en el motel y me dio una hermosa rosa. De nuevo lo disfruté, de nuevo me sentí amada, única, especial, feliz, afortunada de tener a Oliver conmigo, pero el doble de todo. Fue perfecto.

Estamos recostados mientras él acaricia mi espalda desnuda y me siento tan tranquila, pero siento que él no lo está.

— ¿Estás bien? — Acaricio su pecho y solo asiente dándome un beso en la frente.

— Tú no te preocupes mi vida.

— Puedes decirme lo que sea, quizá puedo ayudar. — Me incorporo mirándolo a los ojos y le doy un suave beso.

— Jamás te pediría ayuda en esto, tranquila mi vida. — Hago una mueca.

— Solo dime. — Acaricio su cabello y suspira.

— Hace unos meses pedí dinero prestado para hacer algunos arreglos en casa de mi mamá que eran urgentes y no he podido pagarlo todo. El problema es que la persona a la que le pedí dinero me dio hasta la próxima semana para pagarle o voy a perder mi auto.

— Mi amor, yo puedo ayudarte en eso. — Acaricio su cabello.

— Jamás te pediría dinero mi amor. — Me da un beso en la palma de la mano.

— Mi amor, ¿Cuánto dinero necesitas? — Vuelve a negar.

— No voy a aceptar dinero de tu parte mi amor. Gracias. — Me da un beso.

— Pero estas preocupado y usas tu auto para ir a trabajar todos los días, no lo puedes perder. Dime, ¿Cuánto dinero necesitas? — Resopla.

— No quiero que le pidas dinero a tu papá para mí.

— Papá nos da una cantidad en efectivo por mes y nunca la gastó toda así que no tendría que pedirle directamente a él, y si no es suficiente el dinero que yo tengo mis abuelos también nos dan algo más en una cuenta bancaria.

— Gracias mi amor, pero no, es mucho dinero. — Hace una mueca.

— Solo dime, quiero ayudarte y no me gusta verte así. — Suspira cuando le doy un beso en la mejilla. — ¿Cuánto necesitas?

— Veinte mil dólares. — Hace una mueca.

— Estoy segura que tengo esa cantidad sin problema, no te preocupes mi amor, yo te doy ese dinero. — Me abraza.

— Te lo voy a pagar, te lo juro.

— No es necesario. — Le doy un beso en el cuello.

— Tus papás podrían darse cuenta que te falta ese dinero.

— Créeme que veinte mil dólares no son nada para ellos, es lo que cuesta uno de los trajes de papá o quizá más.

— Tenemos vidas muy distintas mi amor. — Suspira. — Para ti veinte mil dólares los gastas en una tarde en el centro comercial, para mi familia veinte mil dólares significan mucho. — Me da un beso en la frente.

Durante el resto del tiempo que estuvimos ahí no dejé de pensar en lo que dijo. Es muy fácil adaptarse a tener todos los lujos que mis papás me dieron desde los cuatro años y que con el tiempo solo han ido aumentando. En mi primera Navidad con ellos papá me regaló una tiara de diamantes y rubíes.

Cuando llego a mi casa busco una de las tantas bolsas más pequeñas que no uso y guardo todo el dinero que no gastó del efectivo que me da papá. Él nos da diez mil dólares en efectivo por mes, realmente nunca lo gasto todo pues cuando voy al centro comercial pago con las tarjetas de crédito y cuando necesito algo del colegio mis nanas se encargan de comprarlo así que nunca he tenido necesidad de pedirle más dinero a papá en efectivo. Además, que solo mamá y él saben la combinación de la caja fuerte que hay en su despacho. Dudo muchísimo que sea su fecha de aniversario.

AITANA. (Imperio #2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora