Capítulo cuatro.

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«¿Cuál era el precio por su libertad?» Se preguntó Sasuke. «¿Cuál era el verdadero precio de tomar sus propias decisiones? ¿Importaba en su caso? »

Naruto le seguía los talones, podía olerlo... todo de él, el aroma de su cabello, de su respiración y de su excitación. El olor a cítricos era tan atrayente, tan fuerte, tan embriagador.

¿Por qué corría?, ¿Por qué escapar de lo inevitable? Rio internamente sin dejar de correr. Había tomado el bosque, si podía perder al rubio probablemente estaría a salvo, sería fácil ¿no? Su mente a cada segundo colapsaba un poco más y no pudo evitar recordar a Orochimaru.

Ese tipo era tan bastardo.

Tan ruin.

Pero había sido un excelente maestro, lo había instruido perfectamente en el arte de la espada y el engaño. Sin embargo, aquello no se trataba de una batalla, era su desenlace, su final, era el punto en que separa su vida de un antes a un después. A partir de ese momento nada volvería a ser como antes.

Probablemente Naruto mataría a su hermano y luego a él, después de pasar su cuerpo por todo su navío.

No.

No podía aceptarlo.

Esquivó a Naruto y cayó al suelo para empezar a girar colina abajo. Un pequeño barranco que solo terminó por hacerlo sucumbir más; paró y trató de ponerse de pie, pero su cuerpo ya no le respondía, su mente se había nublado demasiado. Ya no podía distinguir con claridad lo que había a su alrededor.

La puesta de sol había pasado y la oscuridad no era la única que lo acompañaba.

Sasuke podía olerlo tan cerca, pero ya nada podía hacer. Sus piernas ya no le respondían, ya no albergaba esperanza. La supremacía del más fuerte sería su condena, su veneno, su cadena.

Cerró fuertemente los ojos cuando el olor le pegó de lleno. Era simple, su mente colapsaría, solo se acordaría de una nimia parte de lo que pasaría a continuación. Si cerraba los ojos por lo menos escaparía de esos futuros recuerdos. Sin embargo, cuando sintió al mayor derribarlo no pudo evitar abrir los ojos.

Azules.

Eran verdaderamente azules.

Tan intensos como el mar.

Tan abrasadores como el cielo.

—Detente—soltó con seriedad, tratando de quitar esa sumisión tan latente, pero de nuevo el golpe de calor se manifestó y dejó que un gemido se escapara de sus labios.

Podía sentir la calidez que desbordaba el rubio, la manera en que se desenvolvía por tocarlo de una manera delicada. Joder, que de verdad queria que todo se detuviera por un momento, que alguien le diera una tregua, pero justo cuando Naruto lo saboreó con su lengua Sasuke supo que estaba perdido.

No podía oponer resistencia.

Dejó que sus manos vagaran por sus caderas, mientras su traviesa boca devoraba sus labios. Podía sentir el celo expandirse, hacerlo perderse, pero al mismo tiempo, hacer que se sintiera vivo, despierto, deseoso, con hambre, con deseo, con ganas de llegar hasta el final de aquel acto.

Cuando Naruto volvió a capturar sus labios se negó a dejarlo ir, se rehusaba a abandonar esa calidez. Simplemente no podía, se aferró a su espalda como última escapatoria y mordió sus labios en un intento de proclamarse ganador en ese beso.

Estaba verdaderamente jodido.

Navegó entre gemidos encontrando un punto en el cuello del alfa que lo hacía desfallecer. Su uñas se enterraron en su espalda mientras el rubio comenzaba un vaiden entre sus caderas. Podía sentir como se restregaba algo grande y duro; tan esperado que simplemente se dejó hacer.

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