Capítulo veintisiete.

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Capítulo veintisiete.



—¡Mierda, despierta Sasuke! — gritó Deidara mientras le sacudía la ropa.

El azabache despertó sobresaltado.

Había tenido una terrible pesadilla donde tenía un hijo, así de la nada, un bebé salía de dentro de sus entrañas. Giró su vista sin reparar en nada más que en sí mismo, miró sus manos y después sus piernas, comprobando que realmente él estuviera bien. Sin embargo, antes de que pudiera pensar en algo más, un extraño vacío se instaló en su torso.

Un dolor extraño le atacó el pecho y comenzó a buscar algo, no sabía que era, pero lo necesitaba. Su respiración se empezó a entrecortar y los nervios lo dominaron. Se puso de pie y alzó su nariz tratando de buscar un olor a leche, lo encontró a solo unos pasos de sí.

Deidara lo miraba de pie sin entender exactamente qué estaba pasando consigo mismo, pero podía oler el miedo mezclado con el olor picante. Entre los brazos tenía aquello que su instinto buscaba con frenesí, que le pedía tener entre sus manos. Necesitaba tener ese calor pegado contra su pecho.

Un zumbido era lo único que sus oídos escuchaban, no fue hasta que el rubio le pasó la criatura a sus brazos que de nuevo el sonido se instaló en sí. Conocía que era todo aquello, pero los temblores que recorrían el perímetro lo sacudían demasiado fuerte.

—Mierda, ¿puedes ponerte de pie? — le preguntó el mayor.

Quiso preguntar qué estaba pasando, pero realmente una parte de sí mismo se alegraba que la isla estuviera siendo atacada por alguien enemigo de Naruto. Y una gran pregunta surcó su mente: ¿realmente le deseaba la muerte al capitán?

Le ayudaron a ponerse de pie sin dejar de sostener al pequeño bulto entre sus brazos. Realmente se sentía muy agotado, sus piernas apenas podían con su peso, no aguantaría mucho caminando por la flora que rodeaba el lugar.

—Tenemos que llegar al refugio al otro lado de la playa...

¿Cómo había terminado en la selva con Deidara?, ¿dónde estaban todos los demás? El vivero quedaba al extremo del pueblo, probablemente a los habitantes los habían evacuado por otro camino. El rubio estaba cerca cuando su problema había nacido, Naruto lo había dejado con él... Eso solo podía significar que las cosas eran más intensas de las que creía.

—Pon tu brazo sobre mi hombro — soltó el rubio mientras se acomodaba para ser su soporte.

Realmente su ego herido no fue capaz de tomar la ayuda, se sentía demasiado vulnerable a todos ellos. Tomó valor, se alejó del contacto y comenzó a caminar con lentitud hacía enfrente, no quería ver al rubio. También le había mentido con creces, había tenido la oportunidad de redimirse y solo le había dado un golpe bajo.

Lo único que podía hacer en esa situación era intentar proteger al bebé de aquello que atacaba la isla, de nuevo otro estruendo sacudió la isla y Sasuke sintió que caería al suelo. Su instinto solo le dijo que protegiera a su cría y la salvaguardo entre sus brazos, sin embargo, antes de que tocara el suelo otras manos lo sostuvieron.

Deidara tembló ante aquel pronóstico cuando aquellos ojos azabaches le miraron.

—I-Itachi... — musitó el omega sin dar credibilidad al olor a tierra mojada.

—Está bien, Sasuke. Ya estoy aquí — susurraron en su oído.

Por un solo segundo aquello pareció irreal, la solución que estuvo esperando por siete meses estaba ahí. Su hermano lo arrullaba con su aroma prometiendo aquello que tanto había anhelado. Sus lágrimas explotaron entre sus brazos mientras su corazón se desbordó por la calidez que sólo Itachi podía darle.

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