Capítulo ocho.

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—Es una jodida, ¿no?

—Sí — musitó Sasuke mientras tomaba uno de los supresores que Deidara acababa de pasarle.

No eran tan potentes como los de Orochimaru, pero evitaba que entrara en celo y eso era suficiente por el momento. Generalmente no se metía en lo que no le importaba y el rubio jamás solía hablar sobre su vida privada, así que ambos tomaron las pastillas sin preámbulo y bajaron al almacén para hacer un inventario que Shikamaru les había pedido. Según sus palabras si no tenían lo necesario se detendrían a conseguirlo.

La razón de que Deidara lo acompañara era para que no mintiera sobre las cantidades.

—Estupido Shikamaru, hum— maldijo el mayor y el azabache decidió no prestarle atención, era mejor a tener que lidiar con su temperamento igual al suyo.

Suspiró y por un segundo se replanteó la situación; no podía creer que ya tenía más de un mes en ese barco, pero que esa noche fuera luna llena le recordaba la maldita maldición que llevaba encima.

La mordida.

Realmente jamas habia sido un idiota que creyera en el amor, sin embargo, nunca creyó que terminaria asi. Tal vez se casaría con un político, un empresario o un militar, sería una boda sencilla, sí, siempre deseó algo sencillo; Su padre lo entregaría, su hermano estaría todo momento a su lado y finalmente sentaría cabeza con un hombre que pocas veces miraría. Cumpliría su rol de esposo, le daría un heredero y viviría su vida plena hasta que la muerte llegara a su vida.

Eso le llenaría de cierta manera, porque antes de ello terminaría de explorar el mundo.

A pesar de todo lo que era Orochimaru en su barco siempre hubo igualdad entre alfas, betas y omegas. No había una gran distinción, incluso, su amante era un beta; Kabuto. De nuevo la nostalgia por la muerte de su tripulación lo golpeó y el olor amargo a limón se extendió por el recinto.

No era fan de consolar a nadie, sin contar que Sasuke no era su persona favorita, sin embargo, un poco de empatía se coló entre su humor y pensó en que tal vez unas palabras de aliento no le harían daño a nadie.

—No están muertos...— susurró Deidara por lo bajo. —Sólo... Naruto suele ser rudo con sus enemigos, una forma de quebrarlos es... — realmente el rubio no deseó continuar hablando y fingió demencia hacia sus propias palabras. Ya la había cagado, solo esperaba que su capitán no se enterara de ser un bocazas.

Paz interior, Sasuke sintió paz interior.

Ellos estaban vivos.

Probablemente Karin hubiera ido a pedirle ayuda a su hermano, después de la carta que le envió estaba seguro de que lo encontrarían, por un segundo las lágrimas quisieron empañar su vista, pero no se lo permitió. Solo dejó que su dulce aroma se extendiera por toda esa bodega.

Ninguno volvió a pronunciar palabra en toda la tarde, cuando ambos quisieron darse cuenta ya era media noche. Con un par de insultos subieron por la escotilla y Sasuke se extrañó que el silencio reinara; generalmente Kiba estaba esperándolo o tal vez Shikamaru para un informe sobre su avance.

Cuando giró su vista ambos lados supo el motivo de toda aquella situación. Naruto estaba sobre la cubierta, al fondo recargado en el barandal del barco, probablemente estaba esperando a que terminaran, sin embargo, no estaba de humor para soportar un asalto. Quiso regresar, pero el otro omega ya había puesto la trampilla para que evitará abrir.

Era un maldito traidor.

Avanzó hacia las puertas principales pensando en esconderse en su recamara, pero éstas también estaban cerradas. Un tic nervioso apareció en su ojo izquierdo y Sasuke supo que era ya era inevitable. No quería investigar qué más había hecho para tener esa conversación, podría soportarlo, mientras ninguno de los se tocara, podría con ello.

Avanzó hasta Naruto, considerando una distancia prudente de separación entre ambos. Se recargó en el barandal y miró la luna llena en todo su esplendor, tan grande y distante...

—Tomaste el supresor — afirmó, sin verlo. Ambos tenían la vista al frente.

—Hm — contestó con su clásica indiferencia.

—Servirán por el momento... — confesó.

El azabache quiso preguntar sobre ello "por el momento", realmente no quería tener que volver a lidiar con ello. No quería sentirse así, ni que su omega tomará posesión de sí. Por un segundo se sintió tan pequeño.

—¿Algunas vez escuchaste sobre los destinados, Sasuke? — preguntó curioso, incluso, demasiado ansioso por su respuesta.

Realmente lo que tuviera que decir el alfa no le importaba en lo más mínimo. La pregunta siquiera había entrado en su cabeza cuando suspiró cansado de toda esa odisea; no quería hablar con el alfa, mucho menos olfatear ese aroma a cítricos. Simplemente quería irse y, aunque odiaba admitirlo, no sentirse vulnerable.

En ese momento sintió que debía de ser sincero, tal vez era el ambiente ameno, o que se sentía menos tenso al saber que no tendría su celo o la manera en que el alfa respeta la invisible línea que había trazado entre ambos.

—Hay una forma de... poder separarnos. Orochimaru lo consiguió — declaró seguro de sus palabras, de al final ya no tener esa travesía, de escapar de tenía con ese alfa. Sin embargo, el ceño fruncido y el aroma intimidante del alfa lo paralizó.

Naruto le miraba con reproche, como si realmente hubiera dicho algo malo.

—No te preocupes, teme. Vamos directo hacia él.

Generalmente no era tan duro para juzgar, pero el pequeño omega había quebrado la propia imagen que estaba creando de sí. Orochimaru realmente era un bastardo, no, este jamás había descubierto cómo revertir una mordida, lo único que había conseguido era dormir a su instinto y casi matar a su padrino en el transcurso.

Sí Sasuke quería creer en eso, es que realmente era un bastardo.

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