Capítulo dieciséis.

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Capítulo dieciséis.


Sasuke siempre había sido autoritario, fuerte, arrogante y firme; cuando se trataba de llamar la atención toda su vida prefirió pasar lo más desapercibido que pudo, sin embargo, se estaba convirtiendo en un vanidoso.

Naruto lo miraba desde el timón; sus ojos azules seguían cada uno de sus movimientos.

Cuanto se odiaba por no importarle; le gustaba sentir aquella mirada sobre sí. Tenía mejores cosas que hacer que pasear por cubierta, pero quería darse el gusto de ser observado, admirado, deseado...

—Sasuke, llenarás el barco de plaga — musitó un rubio a su lado con los brazos cruzados; demostrando su descontento.

—Cállate, Deidara — espetó sin una pizca de delicadeza. Estaba harto de que el omega tomará represalias contra la planta de tomate que apenas germinaba, realmente se había hecho a la idea de aferrarse a algo más en aquel barco, incluso, la llamó Itachi.

—Morirá — añadió con desdén, sin embargo, la mirada de advertencia del azabache bastó para que parara con su charada. Chasqueó la lengua molesto y trató de restarle importancia: sabía que Sasuke tenía debilidad por la planta y cuando muriera no quería ver su rostro afligido.

Nadie quería.

Llevaban cuatro meses conviviendo con el menor, sabía que ya se había ganado a más de la mitad de la tripulación y era cuestión de semanas para que llegaran a Konoha; era obvio que Sasuke se quedaría con ellos. En el último celo ambos habían hablado sobre sus mezquinos odios a los alfas y se sintió complacido; el menor jamás se quejó de Naruto, lo hizo de su padre, de algunos aristócratas y tal vez de su hermano, pero jamás mencionó al capitán.

Aquello tenía que significar algo.

Chouji se había acercado a Sasuke y ambos comenzaron una pequeña plática sobre un postre. Tardaron unos cuantos minutos en los que el castaño solo asentía y los dos se perdieron en la cocina ante los ojos de Naruto.

Estaba bastante tenso con ello.

Sasuke había evitado a toda costa que quedarán a solas; después de casi tres semanas de estarlo evitando estaba tentado a acorralarlo. Afortunadamente para ambos sus instintos se habían tranquilizado, más que nada, Kurama había caído dormido totalmente agotado por la pelea con las sirenas.

No despertaría hasta dentro de unas semanas más; ambos habían excedido su propio límite. Estaba seguro que Gaara le recriminaría la muerte de Sanbi, después de todo ambos eran Bijuu; solo que la situación se le había salido de las manos. Había estado tan furioso por casi perderlos, que no midió las consecuencias.

El omega seguía sin entender lo valioso que era para él.

—Naruto... —le llamó Shikamaru a su espalda.

Lee había llegado a tomar el timón para que pudieran hablar; todos estaban a la expectativa de la situación con referencia a los Bijuus. Sanbi muchas veces había sido un problema cuando se le molestaba, pero el capitán había acabado con él sin dudar; a todos les había tomado por sorpresa que Shion lo llevara consigo.

Ambos piratas fueron a su despacho para tener esa conversación.

—¿Nos han encontrado 'tteba? —preguntó de golpe, estaban en una clara desventaja al no poder usar el aura de Kurama.

—Esto es un fastidio, Akatsuki e Itachi tuvieron un enfrentamiento en las aguas de las sirenas —declaró con el ceño fruncido. El Uchiha no había retrocedido en el territorio de las sirenas, trató de alcanzarlos por las turbias aguas. La poca ventaja que tuvieron había sido por los peligrosos remolinos que protegían la entrada de las criaturas mitológicas.

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