04. El Día que Llegará.

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Los chicos fueron de vuelta a su ciudad en cuanto se enteraron de la noticia. Bastian tuvo que dejar a Lizza. Hablarían otro día. Ella dijo que no podía ir con él, porque debía quedarse con su prima, pues al haber ido con ella, debía regresar a su lado.

En el camino, no se habló mucho de cómo fue que Michael llegó hasta la universidad. Era algo de lo que hablarían luego. Bastian pidió respuestas acerca de lo que le había pasado a su madre, a lo que Matías solo pudo decir que según su papá, Marta había sido atacada al terminar su cena romántica, cuando fueron a una plaza de la ciudad.

Walter no le pudo dar más explicaciones a su hijo, pues no había tiempo que perder. Era mejor que lo contara todo en persona. Además, sabía que Matías era el que iba a conducir y no quería ponerlo nervioso diciéndole la gravedad de las heridas. Aunque, igualmente, el chico estuvo inquieto durante todo el camino. Hasta comenzó a enfadarse cuando salían de la capital, debido al tráfico. Era fin de semana, por lo que no era de extrañar que hubiera mucha gente allá afuera.

Gustavo le pidió a Matías que se calmara. Estar con los nervios por las nubes y liberarlo con gritos y golpes al volante, o presionando la bocina del vehículo como si no hubiera un mañana no haría que las demás personas se movieran más rápido. Además, si querían llegar sanos y salvos, debía calmarse. No querría darle a su padre más problemas de los que ya hay.

Obviamente, Gustavo lo dijo no solo por estar igual de preocupado, sino también porque sus vidas dependían de Matías.

Bastian secundó el consejo de su amigo, aunque lo hizo un poco más intenso. Le gritó a su hermano mayor que se calmara de una puta vez. Él también estaba preocupadísimo, pero lo mejor era mantenerse tranquilos.

Matías lo entendió a gritos. También hizo caso a una voz interna que le decía lo mismo que todos en el vehículo. Debía mantener la calma y concentrarse en manejar de manera responsable.

Cuando salieron de la zona urbana y se encontraron en la autopista que iba directo hacia su ciudad, Matías por fin pudo acelerar más.

Ya ahí, hubo un silencio total. Michael se había dormido en el camino debido a que ya eran las diez de la noche y él solía dormir a las nueve... Sin contar el hecho de que se encontraban viajando, y él era de los que suelen dormirse cuando viajan de noche.

Matías se concentró en manejar, quién sabrá lo que pasaba por su mente. Gustavo prefirió despejar sus pensamientos revisando su celular, lo puso en silencio por si acaso. Bastian simplemente miró por la ventana hacia el oscuro horizonte, mientras atravesaban esa zona casi despoblada por la que se tenía que pasar para poder llegar a su ciudad.

En un momento, Bastian pareció oír unos susurros. Miró a Matías, pero no parecía haber sido él. No le prestó atención al hecho, así que siguió callado y miró de vuelta hacia la ventana.

Una vez más, se oyeron susurros. Esta vez vinieron de su derecha, y claro, a su derecha solo tenía la ventana, por lo que concluyó que en realidad venía desde el asiento de detrás. Era Gustavo.

—¿Qué pasó? —Le preguntó Bastian, en voz baja, para no despertar a Michael.

—¿Qué cosa? —respondió Gustavo, confundido.

—Me estabas diciendo algo, ¿no?

—Eh... No. Escuchaste mal.

A Bastian le pareció extraño, pero al parecer solo estaba imaginándolo. Le dijo a Gustavo que lo olvidara, que solo había escuchado mal, como dijo él.

—Ey, tranquilo. —Le animó Gustavo, poniendo su mano sobre el hombro de Bastian desde detrás suyo, pensando en que este solo estaba tenso por lo que estaba pasando—. Va a estar todo bien...

Poder Shaishu: La Cacería de Astrid. ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora