23. Bosque de La Muerte.

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Enrique se vio rodeado de plantas carnívoras gigantes que no dudaron en lanzarse hacia él para atacarlo. El chico actuó lo antes posible, formando una cuchilla de Jy con una de sus manos para cortar las raíces que lo ataban.

A pesar de haberse liberado, en el último segundo, una de las plantas carnívoras le mutiló un brazo de un mordisco. Enrique no pudo hacer más que aguantar el dolor y seguir moviéndose para no ser devorado. Con su cuchilla de Jy, fue cortando a cada planta que estuviera a su alcance, pero estas no hacían más que aumentar en número, además de abarcar más terreno.

Viendo que iba siendo rodeado, Enrique decidió alejarse del suelo; con un salto se elevó a varios metros de altura hacia la rama más cercana. Las plantas no debían poder alcanzarlo hasta ahí.

Aunque... ¿Quién iba a esperar que las malditas pudieran ascender para alcanzar a su presa?

Enrique apenas había puesto los pies sobre la rama en la que aterrizó, y para su sorpresa, las plantas se habían disparado hacia arriba alargando los tallos que las unían al suelo.

Enrique saltó de vuelta, y usando su cuchilla de Jy cortó las plantas que pudo. Pero dos de ellas lograron darle: una le arrancó una pierna y la otra logró rozar parte de su abdomen, llevándose un pedazo de este —por suerte, no tan grande—.

El chico fue cayendo al suelo del bosque. Las plantas que se habían elevado se lanzaron de vuelta hacia abajo, siguiéndolo. Estaban decididas a acabar con su objetivo.

Enrique aguantó una vez más, formando rápidamente una bomba de Jy, y esperando el momento en el que las plantas estuvieran a pocos metros de él para así aumentar la probabilidad de dar al blanco.

El ataque de Enrique tuvo éxito, pero se encontraba demasiado herido y no podía hacer nada para evitar caer al suelo, el cual se encontraba aun infestado de plantas que deseaban volverlo su alimento.

Las ganas de vivir del muchacho hicieron acto de presencia, pero tras invocar un ataque, cayó al suelo desmayado.

Las ganas de vivir del muchacho hicieron acto de presencia, pero tras invocar un ataque, cayó al suelo desmayado

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Pasó una hora, y Enrique volvió a abrir los ojos. El joven Shaishu se encontraba tirado en el piso, boca arriba. Pudo apreciar que se encontraba en una gruta en medio de un par de esas extrañas estructuras gigantes que se habían alzado a varios metros del suelo, tan altas, que desde la perspectiva de Enrique parecían estar tocando el cielo. Aunque la verdad era que apenas y llegaba a un cuarto de la altura de los árboles de secuoya que formaban el bosque.

Eran estructuras rocosas parecidas a las que se hallan en varias zonas de Madagascar. Enrique estaba en el suelo de un bosque de Tsingys.

La luz no llegaba hasta donde estaba el chico, pero aun desde las sombras de aquellas estructuras rocosas, él pudo notar a través del espacio de arriba que el cielo estaba a punto de volverse naranja. Ya comenzaba a atardecer.

Enrique intentó moverse, pero se dio cuenta que le costaba apenas levantar su torso, así que prefirió permanecer recostado.

Veo que ya despertaste —comentó el Macijy.

Poder Shaishu: La Cacería de Astrid. ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora