06. Despertar.

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Ya habían pasado dos meses luego de la muerte de Marta y Michael. Y hasta ese entonces, habían sido los peores dos meses que la familia de Bastian había enfrentado hasta ahora.

Walter no sabía qué hacer en esos momentos que antes pasaba con su esposa. Había veces en las que salía al patio de la casa por las noches y se sentaba, pensando en lo solo que se sentiría ahora. Además, aquellas tardes de fin de semana donde podía pasar más tiempo con Michael y hacer que disfrutara de una buena infancia ahora no eran más que una ilusión. Pero por más bajo de tuviera el ánimo, no podía dejar sin apoyo a sus dos hijos que aun estaban con él.

Walter trabajaba como uno de los gerentes en una compañía que comercializaba artículos para el hogar y demás cosas, que se ubicaba en la capital. Como ya había estado trabajando ahí durante varios años, su sueldo no estaba nada mal. Así que Walter, junto a su esposa, mantenían a su familia sin problema alguno. Para cuando habían tenido a Matías, sus vidas ya estaban bastante estables. Nunca les llegó a faltar nada a sus tres hijos varones. Aun así, no es que fueran ricos. Y actualmente, el hecho de que Marta no estuviera le dificultaría un poco todo; y más de manera emocional, claro.

El hombre muchas veces se acercaba a la habitación de su hijo Bastian para animarlo desde la puerta, pues el chico casi siempre se mantenía encerrado. No fue al colegio durante un mes, y para cuando volvió a ir, solo salía para eso.

Walter le decía a Bastian que él más que nadie sabía lo que sentía, y que estaría allí para él cuando estuviera listo para adaptarse de a poco a esta nueva vida.

Matías también se mostró fuerte, como siempre. Solo se rompía en la soledad de su cuarto o cuando salía en la terraza por las noches. Al menos él estaba ahí ayudando en todo para no dejar que el resto de la familia cayera al fondo.

Gustavo tampoco dejó solo a su mejor amigo. Iba de vez en cuando a su casa para ver cómo se encontraba y trataba de estar lo más cerca suyo en el colegio.

Era cuestión de tiempo, poco a poco irían reincorporándose de vuelta.

Aunque Bastian llegó a un punto en el cual todos sus intentos por reprimir sus emociones, haría que estuviera al borde de liberar algo de su interior.

Cuando terminaba el segundo mes después de la tragedia, una noche, Bastian decidió escaparse de su casa.

Si bien en un principio uno pensaría que se la pasaba encerrado en su cuarto llorando, lo que él hacía casi siempre era todo lo contrario. Estaba aguantándose todo lo que sentía. El chico tenía una carga sobre su espalda que, a estas alturas, ya era difícil de soportar. Y en una de esas tantas noches él decidió irse lejos. Tomó su celular y se marchó hasta las afueras de la ciudad, a un bosque donde sabía que nadie lo molestaría.

Bastian conocía el sitio porque un par de veces había ido a explorarlo junto con Gustavo y un par de amigos. Literalmente fueron solo dos veces, y había sido hace como tres años; luego de eso, nunca volvieron a pisar dicho bosque. Esto se debía a que más tarde exploraron un edificio abandonado en la ciudad, y luego de eso notaron que este era un mejor lugar para reunirse y hacer estupideces. Obviamente ellos no eran los únicos que frecuentaban el edificio, y es por ello que Bastian no fue ahí. El bosque era el lugar donde debía ir si quería asegurarse de estar completamente solo.

El chico llegó al sitio. Casi al final del bosque había un claro extenso, y con la linterna de su celular se aseguró de que no hubiera nadie a sus alrededores.

Bastian se sentó en el piso y apagó la luz, quedándose con la luna creciente y las estrellas adornando el cielo.

Como era de esperarse, Bastian hizo lo que tenía planeado hacer. Descargar todo lo que llevaba dentro, ahí mismo. El chico se tiró de rodillas y comenzó a llorar golpeando el suelo con todas sus fuerzas. Y con cada golpe, algo desde su interior parecía luchar por salir. En un principio no era molestia, pero de a poco fue sintiéndose más.

Poder Shaishu: La Cacería de Astrid. ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora