24. Conflicto Interpersonal.

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La noche ya había llegado. Luego de aquél combate, Enrique no tuvo fuerzas como para volar de vuelta hasta su ciudad, así que tuvo que ir a pie. Eran varios kilómetros, pero aun así lo iba a lograr.

Los Guardianes pueden llegar a tener una resistencia y capacidad curativa muy eficiente, pero todos tenemos un límite. Si Enrique no hubiera tenido ese golpe de suerte, Yaika seguiría recuperándose y se volvería cada vez más fuerte. Y aunque le podría seguir el ritmo por un rato más, no sería el suficiente como para ganar.

Era la primera vez que se había enfrentado a alguien así de fuerte. Nadie lo había puesto contra la espada y la pared antes. Ahí fue que Enrique decidió no volver a subestimar a sus futuros adversarios... Aunque había que ser algo tonto como para pensar que ganar sería fácil solo por ser un Guardián. Este mundo es grande, y antes de Yaika, Enrique solamente se había enfrentado con cuatro personas con poderes —contando a Nuriel y Wilson—. Esto solo sería el comienzo, se vendrían enemigos peores.

Pero... Enrique confiaba en sí mismo. Todo debido a lo fácil que había aprendido a usar su poder. Y era evidente que este muchacho tenía talento a la hora de aprender. Pero a pesar de saber esto, Enrique realmente no estaba interesado en seguir creciendo. No quería involucrarse demasiado en este mundo en el que apenas se había aventurado.

Las primeras dos personas que lucharon contra él, lo encontraron por coincidencia y solo querían ver qué tan fuerte se habían vueltos. Pero estos últimos tres individuos, al parecer lo buscaban específicamente por ser un Macijy, por ser un Shaishu. Y estaba claro que no sería la primera vez que lo molestarían.

Enrique no quería poner en peligro a la gente que quería, a sus amigos, los que trabajaban en su casa... A sus padres.

Estas personas que estaban buscándole solo le traería problemas. Y si bien él prefería mantenerse al margen de todo, gracias a este último combate se le abrió la mente. A la larga, no podría contra esta gente estando solo. Debía hacer caso a lo que el Macijy le recomendaba siempre: encontrar compañeros Shaishus con los cuales aliarse. Y eso era lo que haría luego de descansar.

El Macijy también le decía que debía entrenar más... Como siempre.

Enrique llegó a su casa y entró sin que nadie pudiera verlo. Eran las diez de la noche. Todos los que trabajaban en su casa estaban preocupados, principalmente Cynthia, que era la ama de llaves.

El chico no tenía otro camino más corto para subir a su cuarto que las escaleras que pasaban por la cocina, en la cual se encontraban Cynthia y otra chica más joven, que era su mano derecha.

A pesar de que Enrique pasó frente a la puerta de la cocina disimuladamente, los ojos de Cynthia lo vieron.

—¡¿Kike?! —llamó ella, acercándose. Al ver que el chico estaba sucio y sus ropas estaban rotas, se preocupó aun más—. ¿Qué te pasó? ¡¿Quién te hizo esto?!

—Bueno... Digamos que me crucé con unos tipos de la escuela —mintió, recostándose por la pared—. Ya sabes... Tipos que tienen envidia de que mis padres tengan dinero y que no tienen nada mejor que hacer que molestarme. Bah... Tampoco es que yo haya elegido dónde nacer.

—No digas eso... ¿Estás bien? ¿No te rompieron nada? ¿Quiénes fueron? Vamos a hablar con la policía para que les digan a sus padres que ya no te molesten.

—Tranquila, Cynthia... Estoy bien. No me dejé pegar tan fácilmente. También me defendí. Algunos ya no tienen dientes, ¡Ja! No hace falta demandar a nadie... Solo son tipos inmaduros.

—Vale... Pero solo será por ahora. Si vuelven a molestarte, me avisas. No podemos dejar que ese tipo de gente se salga con la suya. Además, no sabes lo mucho que nos dolería a todos nosotros si te pasa algo.

Poder Shaishu: La Cacería de Astrid. ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora