El heraldo de la Destrucción dejó inmerso en tinieblas a un antiguo y casi olvidado Reino, siendo el esfuerzo de una joven Pokémon el único capaz de ponerle fin a semejante Infierno. El Mítico Guardián fue llamado a ayudar y tan pronto como su labor...
"El heraldo de la Destrucción despertó de su milenario letargo, extendió sus inmensas alas hacia el cielo nocturno y emprendió vuelo, como resultado, nuestro Reino cayó sumido en una infinita oscuridad.
Ajenos al cómo y el cuándo, solo observamos, incapaces de hacer algo por nuestra cuenta. Esa noche, ni la luz de la luna fue capaz de brillar para nosotros como consuelo.
Los hermosos paisajes rebosantes de colores, fueron desteñidos y reemplazados por una monocromática vista, los ríos y lagos que fluían desde lo profundo de las montañas, fueron drenados a la vez que la vida misma nos era arrebatada lentamente.
Quién diría que el tiempo podría convertirse en el enemigo más cruel de todos.
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Cuando el escalofriante ritual fue culminado, un grito punzante desgarró los cielos anunciando la partida de aquel imponente Pokémon, dejando su paradero como desconocido.
Una pequeña sensación de alivio llenó nuestros alterados corazones, pero esta misma se vio reemplazada rápidamente por la intensa amargura que nos envolvió al encontrar en tan malas condiciones nuestro amado hogar.
Gotas de desesperanza bañaron las tierras marchitas; ¡que cruel podía ser la ironía!, era como si el cielo mismo ofreciera sus condolencias a nuestro pueblo que, ahora, se veía inmerso en las tinieblas"
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