Capítulo III.

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Notas:

¡Gracias a las personitas que leyeron y/o comentaron!

Disfruten el capítulo.

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Exactamente como desde que había iniciado toda esa tortura, quiso creer que estaba en una pesadilla.

«... me perteneces» era lo único que se repetía en su cabeza sin parar una y, otra vez, desde que había despertado en aquella habitación, parecía que Lucius Malfoy se encontraba aún ahí con él, susurrándole esas palabras al oído.

Abrió los ojos con demasiada pesadez. No quería encarar lo que ahora se le tenía deparado, pero para su desgracia, cada que recobraba la conciencia, se daba cuenta que no era así y que esa era ya su realidad. Ahora su realidad era mucho peor, o al menos ya no lo sabía. No sabía si se encontraría mejor con los mortífagos en aquel oscuro lugar o en la mansión de los Malfoy, los que eran la mano derecha del Señor Tenebroso.

Era tan ridículo todo aquello, un chiste de muy mal gusto y tan retorcido aquel que el destino le jugaba. Un destino que no quería aceptar, pero que sabía no podía hacer nada al respecto y, por eso, con resignación lo aceptó. Desde que tuvo enfrente a Lucius lo aceptó y la parte valiente de él, su parte Gryffindor, le decía que no se resignará, que aún había algo que hacer y que debía de llevar acabo un plan. De alguna manera tenía que salir de ahí y de esa situación. Esa parte de él, que lo mantenía aún cuerdo, le decía que no se rindiera tan fácil.

Ron quería escucharla, realmente quería hacerle caso, y a veces sentía que su corazón no lo dejaba perder la esperanza. Él mismo logró a darse aliento entre esa tempestad. Aunque justo ahora, cuando más la necesitaba, no lograba convencerlo, no tenía su corazón en ello. No todavía. No ahora que se encontraba tan triste, tan roto y queriendo llorar hasta quedarse seco.

El mundo para él en esos momentos era miserable. Era como si aún estuviera en negación por lo que había ocurrido, en lo que le estaba ocurriendo y en negación de todas las perdidas. Sentía que jamás tendría las fuerzas para superar todo el dolor al que su joven alma fue sometida de una manera tan apresurada.

Se levantó de la cama. Pudo apreciar por la ventana que era de día, pero se miraba tan deprimente, tan gris, como si el clima estuviera en sintonía con sus pensamientos. Arrastrando los pies, se encaminó a la puerta rogando que estuviera abierta. Lanzó un suspiro de alivio cuando la perilla se movió indicándole que no estaba encerrado y abrió la puerta con un cuidado para no hacer ruido alguno. Asomó un poco la cabeza. Tal vez Lucius había olvidado de encerrarlo y no quería que lo descubriera.

No había nadie afuera, solo era un desolado pasillo. Un pasillo pequeño, de paredes totalmente blancas y adornado con faroles de interior que le daban la luminosidad necesaria, guiando el camino recto hasta lo que parecía dar a unas escaleras. Trató de concentrarse y escuchar algo, pero no había ningún ruido que delatara alguna presencia.

Eso hizo que lograra plantearse una pequeña meta en un par de segundos. Su corazón comenzó a latirle, emocionado. Bien. Sabía que la mansión era grande, así que trataría de esconderse de Lucius y de Draco, al que por cierto no había visto. Algo Ron lo hizo molestarse al preguntarse si le habrá pasado algo. Era raro que aún no lo hubiera ido a molestar, no era propio de alguien como Draco Malfoy.

Voy a ir hasta al mismísimo infierno a traerlo de vuelta, el muy cabrón no pudo haberse librado de todo esto, muriéndose, pensó irritado. Y con esos pensamientos, salió de la habitación. Comenzó a caminar con sigilo y agradecía haber perdido tanto peso en el tiempo que lo tuvieron prisionero, ya que aligeró totalmente sus pasos y era casi imperceptible que alguien estuviera caminando por ahí.

Before you goDonde viven las historias. Descúbrelo ahora