Capítulo XXVI.

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Notas:

Mi vida es un desastre que trato de arreglar día con día, a este punto deberían de saberlo, ja ja ja.

¡Gracias a todas las personitas que leyeron!

Disfruten el capítulo.

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Ron sentía que no estaban llegando a ningún lado.

Aún se encontraban corriendo. Habían avanzado bastante extensión de bosque, adentrándose cada vez más a la tenebrosidad que solo un lugar como ese podía albergar, y por más que avanzaban, no divisaba la cueva a la que Lucius se refirió. Había tanto a su alrededor, mucho menos eso, solamente podía ver sombras de grandes árboles y sentir las ramas secas rasgando sus ropas junto con la piel que podían alcanzar, haciéndolo sentir como diminutas almas siendo engullidas por una pesada negrura.

Comenzó a pensar que estaban perdidos, que Lucius se había desorientado. No era un pensamiento tan descabellado, parecía realmente que Lucius había perdido la noción del camino al estar envueltos en penumbra casi absoluta; al encontrarse en un lugar como ese, de noche, no ayudaba para nada en el sentido de la orientación, mucho menos si no se conocían a la perfección los territorios; era tan fácil perderse y sabía que entre más se adentraran, más había probabilidades de que algo les sucediera o les alcanzará. Y, ante tal pensamiento, fue como percibir todos los sonidos del bosque en un solo golpe: viento, pasto quebrajarse, silbidos, animales.

Jaló a Lucius de la mano que lo sostenía, buscando que parara esa desastrosa carrera en la que se encontraban. Pero no funcionó, Lucius lo ignoró totalmente. Quiso optar por gritarle, mas estaba tan agitado que, de su garganta, únicamente había salido un quejido que fue opacado completamente por el fuerte rugir de los árboles; entonces, en absoluta frustración, comenzó a sacudir su mano para zafarse directamente del agarre.

Cuando logró soltarse, Ron se detuvo apoyando todo su cuerpo en un gran árbol que tenía a solo unos centímetros de él. El corazón le latía desbocado, lo sentía incluso latir en su garganta, también todo su cuerpo le pulsaba al ritmo frenético de sus latidos. Intentaba pasar saliva, pero no lo lograba, era como si no tuviese, estaba totalmente sofocado. Tenía que calmarse y recuperar el aire, así que se concentró en sus respiraciones mientras buscaba a Lucius con la mirada.

Lucius estaba en las mismas condiciones que él, agitado, sin aliento por haber corrido más minutos de los que el mayor tenía calculados o en mente. Pero, aunque su rostro seguía luciendo igual de afligido que cuando comenzaron con toda esa situación, sabía que no lo estaba. Su expresión corporal se lo decía. Estaba totalmente rígido, tenso, como si estuviese conteniendo todo aquello que pudiera estar sintiendo en circunstancias como esas, tratando de aparentar con todas las fuerzas que le quedaban que todo estaba bajo control cuando, comprendía, no era así.

Se sintió mareado.

— Lucius —lo llamó entrecortado, justo en el momento que sintió que la garganta se le abría para poder hacerlo—, no puedo más. Llevamos corriendo más de los quince minutos, estoy seguro de eso. Si nos seguimos adentrando, podemos toparnos con animales enormes o criaturas que no nos darán una agradable bienvenida.

— Lo sé. —susurró Lucius, intranquilo, cerrando los ojos con frustración.

A Ron no le gustaba lo que veía. El contemplar a alguien que siempre proclamó ser una persona perfecta, en un estado tan desaliñado y desesperado, le hizo encogerse. Lucius no se mostraba así, no era así. En ningún momento lo había visto de ese modo en todo lo que estuvo dentro de la mansión, ni en sus peores arranques. No sabía que decir o que hacer para brindarle su apoyo, simplemente no tenía nada adecuado con lo cual pudiera tranquilizarlo.

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⏰ Última actualización: Jun 18, 2022 ⏰

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