Capítulo XIX.

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Notas:

Primeramente, ¡feliz año nuevo, personitas bellas! Espero que este año venidero sea muchísimo mejor que el que acaba de finalizar. Les deseo la mejor de las suertes.

¡Gracias a todas las personitas que leyeron y/o comentaron!


Disfruten el capítulo.

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La boda de Draco no había sido una sorpresa para Ron. Para nada. Un evento que, si se lo hubiesen preguntado, imaginó iba a pasar más temprano que tarde, mas no había terminado de reparar en ese pensar para cuando ya habían comenzado con el apresurado ajetreo. En realidad, eso fue lo que realmente le había sorprendido de ese acontecimiento: lo apresurado en lo que todo se realizó y se realizaba.

Desde que se lo había dicho aquella noche, todo comenzó más rápido de lo que llegó a imaginar. Un día simplemente se le había informado que iban a realizar una limpieza profunda en la mansión, que él y los elfos no tenían que dejar ni una simple esquina sin revisar, también que el jardín tenía que estar impecable y, cuando la fecha se acercara, tenían que decorar la zona que -en su momento- se les encargaría. Ron no entendió porque tanto alboroto, preguntó un par de veces, pero Draco alegó que era solamente porque el verano estaba en su apogeo y no deseaba que se terminase antes de que pudiera casarse, lo dejó pasar pensando que, al final, era su boda y la haría como quisiese.

Sin embargo, no dejó de parecerle extraño por un tiempo.

No lo analizó demasiado, no tuvo el debido tiempo ni de meditar en aquello. La mansión era enorme, sin duda alguna, pero nunca se le había hecho tan grande hasta que tuvieron que empezar con todo lo que se les había pedido que hicieran. A cada uno le había tocado un piso, pues cada uno cubría perfectamente uno, y se tenían que dedicar a cada habitación que en este estuviera, desde las sábanas hasta las tinas, sin dejar pasar hasta el más insignificante detalle y él, aparte de su limpieza, se tenía que encargar de revisar cada una de las habitaciones una vez hubiesen terminado.

No recordaba haber estado caminando en toda la mansión hasta ese punto. Siempre había hecho lo único que le dijeron y tuvo que aprenderse todo un mapa mental sobre los pasillos principales, pues tuvo la fortuna de perderse por primera vez dentro de la mansión; se metió, malamente, por una puerta que daba a unas escaleras, creyendo sería un atajo y entró tanto en pánico cuando se percató de no saber si estaba subiendo o bajando por no salir a ningún lado. Dio vuelta y se regresó por donde entro, jurándose al salir que se dejaría guiar por los iluminados pasillos y las puertas, que sabía, eran de las habitaciones que no se usaban.

Era algo que no había pensado y, bajo todo ese asunto, se preguntó para qué diablos una familia tan pequeña necesitaba tanto espacio. La pequeña familia eran los únicos que vivían ahí; los elfos no contaban, ellos dormían en una de las torres que estaban en la parte de atrás y hasta el fondo, entonces, tres personas no ocupaban tantas habitaciones, tantas salas, tantos baños, tanto todo, sin contar los calabozos. Podía jurar que ni ellos conocían toda la mansión. Pero, sin dar muchos rodeos, concluyó que eso sucedía cuando tenías tanto dinero y lo gastabas en un patrimonio que, al final, no requieres más que para las apariencias, para silenciosas competencias de yo tengo más que tú.

Cuando fueron capaces de terminar con esa limpieza extrema, y el jardín había quedado en sus mejores condiciones, estaba tan cansado que necesitaba toda una semana para reponer sus energías y, a nada del colapso, fue entonces que Draco les pidió decoraran todo el gran salón principal. Ahí fue donde vino su verdadera sorpresa. El menor de los Malfoy deseaba que el salón se decorara con las mejores flores que en el jardín crecieran, que todas las velas fueran reemplazadas, que todo se puliera y quedara más que pulcro para los invitados.

Before you goDonde viven las historias. Descúbrelo ahora