Capítulo XIII.

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Notas:

¡Gracias a todas las personitas que leyeron!

Disfruten el capítulo.

.

Había ramas por todas partes, ramas y árboles enormes. Estaba en un bosque que no reconocía, podría ser el Bosque Prohibido, pero no estaba seguro y no podía detenerse a averiguarlo porque, para su mala suerte, había fuego en alguna parte; inmensas llamas, que parecía lo querían acorralar conforme se movía, junto con el olor a humo comenzaba a quemar su garganta y obstruía totalmente su visión, el chirrido del fuego era lo único que le advertía que estaba cada vez más cerca haciendo correr desesperado y, por más que corría, no llegaba a ningún lugar.

La adrenalina cubría cada poro de su ser y el pánico que sentía era increíble, pues no tenía ninguna varita encima para convocar un poco de agua y apaciguar el fuego, «Aguamenti» trató de invocar incontables veces, mas no sirvió de nada, parecía que su magia había decidido no responderle y sabía que, sin una varita, no lo lograría nunca convocar ese tipo de hechizo, pero lo intentó. Ron no recordaba haber sentido esa clase de terror, desde hace bastantes meses atrás, sintiéndose totalmente indefenso.

Se detuvo para respirar unos momentos debido a la fatiga. No obstante, solo provocó que sus pulmones protestaran al sentirse invadidos por la humareda y su cara comenzó a arderle cuando sintió que se ahogaba.

Empezó a correr con más fuerza que antes, necesitaba alejarse del fuego lo más pronto posible, el pasto seco y las ramas en el suelo solo provocaban su expansión y lo estaba alcanzando, por lo que necesitaba encontrar un lugar donde refugiarse de las llamas y esconderse antes de morir.

Entonces, fue que Merlín pareció escuchar sus plegarías y lo hizo llegar hacia lo que parecía ser agua, un lago, había llegado a las orillas de un lago. Podía meterse ahí, esperando que las llamas no alcanzaran ese lugar, deteniéndose las llamas gracias al agua, o nadar hasta la otra orilla y alejarse de la expansión de fuego.

, pensó decidido, justo eso era lo que debía hacer.

Ya estaba a unos pasos para terminar de acercarse cuando algo le inmovilizó las piernas. Miró hacía ellas con espanto. No supo en qué momento las ramas que había en el suelo habían acorralado sus piernas, apretándolas y manteniéndolo firme al suelo. Trató de moverse totalmente exasperado, sentía que lastimaba sus piernas conforme jalaba, pero no le importó, necesitaba zafarse a como dé lugar.

En su momento de tormento, no escuchó como las llamas habían dejado de chirriar a sus espaldas y se había quedado totalmente en silencio hasta que escuchó unas pisadas acercándose a él. Paró al tratar de liberarse y miró hacía donde creía venían las pisadas, era cada vez más suerte el sonido del pasto y las hojas al romperse.

— ¡Ayuda! —gritó al borde del llanto—. ¡Ayuda, por favor!

Entonces escuchó una risa, una risa que reconocería en cualquier lado. Buscó con su vista, desesperado, hasta que lo vio parado a unos metros de él.

Hola, Ron. —dijo él con voz rasposa. Fue su risa, pero definitivamente esa no era su voz, algo no estaba bien con eso, el aspecto de él se miraba cadavérico, pálido, tan blanco como lo estaría la misma nieve, parecía que estaba muerto.

— ¿Harry? —preguntó asombrado, sintiéndose un poco aliviado de ver a su amigo ahí con él.

¿Por qué estás tardando tanto en venir a nosotros, Ron? —cuestionó Harry en un extraño tono que hizo a su respiración acelerarse.

Before you goDonde viven las historias. Descúbrelo ahora