Capítulo IV.

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Notas:

¡Gracias a todas las personitas que leyeron!

Disfruten el capítulo.

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Para Ron, la situación en la mansión se había tornado extraña.

Desde que estuvo con Draco, aquel día, no fue tratado como él esperó. Todo estaba relativamente tranquilo, las cosas con ellos no habían mejorado, pero tampoco iban para peor. A veces, le agradaba esa calma, le hacía sentir menos cruel la situación en la que estaba. Sin embargo, la mayor parte del tiempo, pensaba que eso era una vil trampa por ambos hombres. Ron estaba consciente de la rivalidad de sus familias todo el tiempo y estuvo seguro que, de ahí, se iban a agarrar para empezar con lo que le tuvieran listo para él y eso hacía que su mente imaginará mil escenarios que le podían tener preparado los Malfoy para torturarlo.

Él, en su cabeza, se había mentalizado y se había preparado para que su vida se terminará de transformar en el infierno sobre la Tierra. Pero ese infierno -que ya tenía bien clavado en su mente- no llegó ni llegaba.

Ron no quería que lo maltrataran o lo torturaran lanzándole hechizos y maldiciones a diestra y siniestra, o hasta que perdiera la conciencia; incluso peor aún, que lo hicieran algún tipo de esclavo en cualquier ámbito, llegando hasta lo sexual. Él no pedía nada de eso y lo único que podía hacer era pensar en los y sí. Podía asegurar que lo querían volver loco antes de empezar con lo físico. Lucius por dos días le estuvo jodiendo la existencia, ¡un golpe de su parte también!, y Draco hasta le había advertido que no bajara la guardia. Era obvio que iba a estar con los músculos todos tensos del miedo y nervios.

Ahora sí sentía que su sanidad mental estaba en juego.

Empezando por todo lo que Draco le había dicho que debía o no debía hacer, tanto dentro como fuera de la mansión.

Lo que tenía permitido hacer ya se lo imaginaba, aunque tal vez no a un grado tan extremista. Draco le había dicho que iba a aprender a vivir como un muggle, que si tanto era el agrado que les tenía, iba a hacer todo como ellos. Y, en realidad, lo que no tenía permitido hacer le había dolido más que saberse iba a ser sirviente de su archienemigo de escuela y de su padre.

No tenía permitido contactar con nadie. Draco le repitió, hasta que Ron tuvo ganas de grabárselo en la piel, que todas las ventanas y puertas al exterior reconocían la magia que no les pertenecía a los Malfoy y lo repelían antes de pensar en acercarse y que la red floo para él estaba totalmente bloqueada. Aún no entendía como podían estar las salidas de la mansión bajo un hechizo de esa magnitud, él no tenía conocimiento alguno de algo parecido, y no es como si hubiera tenido tiempo de preguntar porque justo después añadió que tampoco podía hablar con nadie que no fueran Lucius, Draco o los elfos domésticos, cuando hubiera gente dentro de la mansión.

A esa orden se le sumó que no podía seguir órdenes de nadie más que no fueran de aquellos dos Malfoy. Era exclusivo de ellos, por lo tanto, nadie más lo podía mandar.

No tenía derecho a una varita, por lo cual no podía usar magia. Ante esa orden Ron estuvo a nada de gritarle que no necesitaba una varita para usar su magia, pero prefirió guardarlo como su mayor secreto; nunca les diría que, gracias a sus entrenamientos con Harry, tenía la fuerza suficiente para realizar hechizos pequeños sin la necesidad de una varita.

No podía salir a los patios ni jardines si no estaba acompañado por alguno de ellos dos. Tenía que salir casi pegado a uno de sus brazos para que los hechizos de la puerta no le hicieran daño y servía que lo vigilaban para que no se escapara.

Before you goDonde viven las historias. Descúbrelo ahora