Capítulo XVIII.

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Notas:

¡Gracias a todas las personitas que leyeron y/o comentaron! Perdonen la gran demora, la vida de adulto me consumió.

Advertencia: Contenido +18

Disfruten el capítulo.

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Hubo tragedia tras tragedia para luego, de la nada, todo detenerse.

Una guerra mágica que culminó con una fingida paz, ignorando por más de una década los días que estaban por venir al seguirle una segunda guerra mágica llena de llantos, desesperación y que arrasó todo a su paso. El mundo mágico parecía no haber tenido un respiro en ningún momento, en donde los magos, las brujas y los seres mágicos de todo tipo, estaban determinados a ser divididos sin posibilidades de convivir en armonía.

Ron había nacido un año antes de que la primera guerra mágica finalizara abruptamente y recuerda, vagamente, aquellos comentarios que decían, entre bromas, sobre aquellos niños nacidos dentro de la guerra estaban destinados a una vida llena de aventuras porque lo llevaban mágicamente en la sangre. Él lo había creído así. Había creído en esa broma dicha por muchos años al, su vida, haberse visto envuelta en un estruendoso ruido constante, donde hubo un sin de situaciones que la hicieron emocionante, temerosa, riesgosa, aventurada, más nunca pacífica.

La tranquilidad no era algo que Ron realmente conociera o estuviese familiarizado.

Todo ruido había empezado desde su niñez. Su familia fue muy grande, era muy grande, él recuerda perfectamente todo el bullicio que lo acompañó desde que tenía uso de razón. Lo recuerda más que perfecto. Al ser siete hijos -con dos padres iguales a ellos-, gritos, bromas, peleas, lloriqueos, risas, era lo que siempre se escuchaba por todas partes dentro de La Madriguera, sin que hubiera verdaderamente un descanso. La sala de su hogar nunca estuvo vacía, el comedor lleno de sillas para que todos los integrantes -y extras- estuviesen sentados en el sin excusas y en donde cocinar fue todo un ritual para su madre, llenando sus estómagos hasta hacerlos reventar, con varios de ellos entrando y saliendo de ese pequeño lugar hasta que mamá los hacía ayudarla. En ningún rincón era posible encontrar tranquilidad.

El ruido terminó intensificándose cuando conoció a Harry Potter y, se le sumó, Hermione Granger. Compartiendo, entre los tres, lo que fue más que una amistad, donde sus alegrías, tristezas, orgullos, enojos, logros, fueron tan sincronizados que todos eran capaces de escucharlos, haciendo el ruido más ensordecedor. El trío dorado, así era como los habían llamado. Jóvenes siendo ellos mismos, unidos tan fuertemente, apoyándose al siempre estar en problemas, rogando para que los profesores no los descubrieran y los castigarán, pero viviendo como querían. Harry y Hermione se abrieron paso en su mundo, tanto así que formaron parte de aquella gran familia también, logrando que ningún rincón de Hogwarts fuera posible encontrar tranquilidad.

Si a Ron, hace años atrás, le hubiesen dicho que describiera cómo era su vida, les hubiese dicho cualquier cosa menos tranquila. Así lo fue, así lo había sido desde que tenía memoria, hasta que una maldición había acabado con todo ese brillante ruido, acallándolo, y lo había transformado en un silencio abrumador.

Al principio, creyó que nunca sería capaz de salir de ese silencio o que no encontraría alguna clase de confort en él. No estaba acostumbrado. No lo quería. No lo deseaba. No lo pidió, pero que simplemente ahí estaba con él, acompañándolo, haciéndolo sufrir al pensar sin parar que nunca se iría, que jamás volviera a ser capaz de escuchar el ruido que tanto lo había acobijado y recordándole con insistencia que todo había acabado, que todo había desaparecido para no ser recuperado de nuevo.

Fueron días enteros llenos de agonía, de lento sufrimiento, que lo estuvieron enterrando y sin dejarlo ir.

Pero, entonces llegó ahí. El silencio, poco a poco, había dejado de ser agobiante y, sin darse cuenta, pasó a una tranquilidad que le costó reconocer. Al inicio, creyó genuinamente que lo que le sucedía era nada más y nada menos que resignación; resignación ante la situación en la que estaba, una en donde ya no peleaba por salir, una vida que aprendió a llevar más rápido de lo que hubiese imaginado, logrando de este modo que en él se instalara la conformidad, renunciado a todo aquello que hubiese pensando alguna vez sobre seguir buscando soluciones ante la circunstancia y el seguirse arriesgando. Sin embargo, algo pareció susurrarle esa palabra al oído, haciéndolo considerarla y su disfrazada conformidad no le duro demasiado.

Before you goDonde viven las historias. Descúbrelo ahora