Capítulo XX.

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Notas:

Sorry por estar medio desaparecida, pero como que me quise enfermar y, la neta, me paniquie toda a tal grado que ni quería tocar nada, jajajaja, pero ya regresemos a la sintonía normal.

Disfruten el capítulo.

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Ron había estado cuestionándose ciertas situaciones.

Dentro de la mansión, desde aquel incidente, las cosas habían vuelto más rápido a la normalidad de lo que imaginó. Creyó que, al haber sido un suceso tan desagradable, las cosas se iban a poner tediosas, sobre todo porque Draco había dicho que tenían que pensar en algo por si se repetía la misma situación; realmente pensaba en que los Malfoy iban a entrar en un episodio de completa histeria, pero tal fue su sorpresa cuando no fue así. La situación con Lucius había continuado con la misma corriente e intensa frecuencia, de hecho, la familia parecía haber preferido ignorar tal acontecimiento y actuar como si nada hubiera pasado. Incluso, el ambiente se había vuelto más relajado, como si un peso se hubieran quitado de encima, nada ni nadie había cambiado sus tratos con él, y en realidad él tampoco lo había hecho. Pensó que era lo mejor, que no iba a alterarse por lo que había pasado, si nada le había pasado ni a él ni a nadie, optó por estar como los Malfoy: pasando ese asunto a segundo plano y continuar con normalidad.

Sin embargo, aunque no había alterado su comportamiento, eso no evitó que, cuando tuviese tiempo para él mismo, desencadenará y le diera rienda suelta a pensamientos que anteriormente no les había tomado la debida importancia, o no como para empezar a tener dudas al respecto.

Todos sus cuestionamientos habían comenzado cuando recordó la plática entre aquellos dos hombres. Su cabeza seguía teniendo precio, uno que hasta la fecha ignoraba totalmente, y lo primero que había pensado cuando los escuchó fue en quién estaría queriéndolo precisamente a él, a tal grado de estar pagando por ello; aún no podía pensar en algún enemigo en específico que se hubiera echado a la bolsa o en alguien que quisiera tenerlo para su diversión. Por más que se imaginó caras, para él podían ser tantos como también ninguno que hasta le parecía increíble que alguien lo pudiese considerar así de importante. Entonces, fue cuando concluyó que él no era la única persona a la que querían herir sino también a los Malfoy.

A él, tal vez, alguien lo quisiese muerto, un enemigo o alguien a quien hirió en batallas, una persona del otro bando sin duda, pero a los Malfoy los querían ver muertos individuos que eran de su lado, de su gente. Había salido de la boca de Rodolphus, y si él pensaba de esa manera quería decir que no era el único que lo hiciese. Con eso, le había dado para asegurar que los Malfoy tenían de enemigos a las mismas personas con las que lucharon, gente con la que compartían -o compartieron- ideales y, por lo tanto, sospechó que ese era el principal motivo para que Draco le hubiera dado una varita a él y pedirle que cuidará de su esposa.

Recapacitó en que ya no tenía que seguir perdiendo más tiempo y tenía que entrenar de nuevo su magia y concentrarla. No iba a cargar con otra culpa por no haber entrenado y que sucediera algo que pusiera en peligro a todos, iba a evitar a toda costa que algo pasara mientras estuviera ahí. Pero para eso necesitaba entrenar. Había sido difícil al principio, tener que buscar tiempo a solas para que no descubrieran que tenía una varita en sus manos ahora; se sentía mal por estar mintiendo con eso, sobre todo mentirle y ocultarle eso a cierta persona, pero por algo Draco se lo advirtió y no tenía otra opción, solo debía de tener cuidado; y con ello, llegaron las noches de desveló y ratos de sumo cansancio que había podido manejar hasta ese punto. Trabajaba con hechizos no muy elaborados para no levantar sospechas, aunque lo suficientemente aptos en caso de un combate o defensa y que, sabía de sobra, se podían necesitar.

Before you goDonde viven las historias. Descúbrelo ahora