Capítulo 10: ATAQUE DE HUMO

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MARXEL

Will abrió la puerta de mi oficina de golpe. Su aparición sobresaltó todo objeto y esencia de la habitación, incluyéndome, justo cuando su expresión delató pánico y viveza.

—¡Marxel, mira por la ventana! —gritó.

Me levanté de prisa y mi cuerpo se volvió hacia mis espaldas para recibir una de mis peores sorpresas. En ese momento, el edificio se sumó en una cántaro de sirenas de emergencia en compañía de los nuevos gritos que se amontonaban desde afuera.

El corazón me dio un vuelco cuando observé, más allá de los arboles que rodeaban el circulo de protección que yo había construido, una sucesión de llamas consumiendo el bloque de edificios de la periferia de la avenida principal. El ataque era reciente y el humo de la llamas comenzaba a amontonarse en el cielo como una ola grisea y lóbrega.

Los habitantes de las residencias cerca de la Alta Torre se encontraban afuera, mirando aquella espantosa imagen. Los gritos de la población fueron un disparo desgarrador, cada uno de ellos aterrizó sobre mi cuerpo, aullando por auxilio.

Me temblaron los dedos cuando alcancé el receptor de mi escritorio.

—Víctor, dime exactamente que está sucediendo. Hazme una transferencia de las cámaras de la avenida —solté en su llamado y me encaminé hacia Will.

—Marxel....

—Reúne a todos los soldados del sector B y enviarlos hacia allí.

—Marxel —volvió a repetir y tragó saliva—. Han vuelco a colocar las bombas de humo tóxico. Los edificios de la avenida principal están reunidos con todos los miembros nuevos del concejo. Se suponía que hoy... que hoy firmarían los acuerdos con los elitistas de alto rango.

Observé el pánico que atravesaba los ojos de Will, pero yo seguía inerte en aquellas palabras que había susurrado.

Estás acabado. Pude escuchar la voz de Pam a mi costado. Estoy destruyéndote poco a poco hasta que solo quedes tú. Tú solo.

La derrota me consumió por completo y sentí como se me debilitaban las piernas. Necesitaba...

—He realizado la transferencia, Marxel —se escuchó la voz de Victor en mi oído. Justo en ese momento se presentaron todas las imágenes del ataque en el holograma que se encontraba a mi derecha—. Las cámaras del edificio de justicia se han destruido, la visualización más cercana es la del edificio de comercio.

El humo apenas dejaba observar las calles de la avenida, donde los elitistas corrían detrás de otros.

—¿Dónde están los miembros?

—En el ala derecha del edificio de comercio. Por suerte, la bomba no se detonó en esa área —dijo y sentí un poco de alivio, aunque ya me estaba esperando para algo peor—. Sino en la entrada del edificio de justicia. Le enseñaré la grabación antes de su destrucción.

Mostró entonces las verjas que rodeaban el edificio de paredes blancas y las columnas preciosas que sustentaban la entrada. Una madre elitista con su coche pasaba justo enfrente de las cámaras, en una pequeña vereda junto a la puertas de la entrada. No, no, no. El viento de la calle le sacudió el pelo mientras caminaba, incapaz de saber lo que iba a pasar en cuestión de minutos.

No, por favor.

Observé la silueta de alguien con capucha oscura que caminaba en dirección contraria, primero a paso ligero y luego apresuraba aquel paso. Él, él habían colocado la bomba.

Ladrón de Humo| 2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora