CAPÍTULO 31: LA IGLESIA (PARTE 2)

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KARA 

CAPÍTULO 31: PARTE 2 

La última vez que Marxel me pidió que habláramos, terminamos discutiendo y luego besándonos encima en su escritorio. Con mí piernas alrededor de su cuerpo y mis manos enredadas en los mechones platinados.

No podía repetirse.

—Ven conmigo, Kara —su voz aterciopelada me sacudió de mis pensamientos e hizo una señal con su cabeza para indicarme la puerta de su habitación.

Jugueteé con mis manos detrás de mí espalda, nerviosa. Parecía que el peligro me llamaba en el interior de la habitación, dudando en sí debería decirle que no y regresar con Lizra y James, o matar la curiosidad por saber en qué me diría o en lo que haría...

El Kaiser tenía una habitación para él solo, disponiendo de todo lo que necesitaba. Un escritorio de granito se hallaba bajo las luces cálidas, una carpeta de terciopelo y un sofá grande en la mitad del camino. A la izquierda, la cama se encontraba detrás de dos puertas metálicas que se arrastraban para obtener la completa privacidad.

Cuando cerró la puerta a sus espaldas, pude sentir su respiración cerca de mí, provocando una corriente hormigueo que me recorrió desde la espalda hasta el cuello. Me rodeó hasta alcanzar su escritorio.

—Tengo algo para ti —murmuró sereno sacando una pequeña caja oscura de los cajones del escritorio. Abrió la caja, mostrando un vivem de color dorado con pequeños cristales alrededor. No parecía un brazalete, sino más una joya que podía costar millones de praks.

Se acercó a mí y me pidió que le tendiera la mano. Sus dedos me acariciaron la piel antes de colocarme el brazalete en la muñeca.

—Sé que nunca te has permitido tener uno propio desde la muerte de tus padres —murmuró con la voz baja mientras ajustaba el brazalete—. Y es momento de que formes nuevos recuerdos.

Suspiré, admirando los cristales que resplandecían con cada movimiento.

—No puedo aceptarlo, Marxel. Es demasiado....

El brazalete se confinó alrededor de mí muñeca, reconociendo que no había forma de retirarlo, al menos que utilizara mí táctica.

—Sé que puedes quitártelo con tus artilugios... —masculló cómo si pudiera leerme la mente, uno de sus dedos se entretuvo en el interior de mí muñeca, rozando cada detalle de mí palma—. Pero intenta no quitártelo, Kara.

Lo contemplé por un segundo y comprendí que había algo detrás de todo aquello. Marxel se notaba un poco extraño desde que habíamos partido hacia la Fortaleza, como si hubiera algo que le preocupara. Una intranquilidad vibraba en la energía que desprendía.

—¿Por qué? —titubeé al hacer la pregunta.

El iris de sus ojos cambió de profundidad y noté cómo se tensó alrededor de mí muñeca. Apretó la mandíbula.

—Si todo sale bien mañana, te lo explicaré —contestó con la voz ronca—. Pero, en todo caso... me aseguraré de que ahí encuentres lo que necesitas.

Sentí que el aire alrededor de la habitación se acortaba. Antes, cuando mi trabajo se trataba de robar las identidades de los miembros de la Corona, jamás había dudado de mis planes, no había mirado nunca atrás. Hasta ese preciso momento.

Aquella incertidumbre hacía me acelerara el corazón. Al igual que Pam Bennett, el Káiser parecía jugar al tablero, tenía un plan detrás de cada movimiento. Pero él era el único que maquinaba sus ideas. Nadie, ni siquiera su mano derecha, tenía conocimiento sobre lo que sucedería si las cosas se complicaban en aquella Fortaleza.

Ladrón de Humo| 2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora