CAPÍTULO 25: LA FORTALEZA

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FORTALEZA

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FORTALEZA

Desde la ventana, se veían las gotas de lluvia caer sobre el cristal como el indicio de una terrible tormenta, pero dentro de la habitación no se escuchaba el retumbar ni el sonido de los truenos. Parecía demasiado tranquilo dentro, un silencio que Pam Bennett disfrutó mientras observaba su vaso de bourbon sentado en el sofá.

—La tormenta seguirá en par de días más, ¿verdad?

La pregunta estaba dirigida hacia Bennedict, el hermano menor de Jules, quien observó la ventana y avanzó en silencio detrás de Pam.

—Sí, señor.

Bennedict sabía que el mayor de los problemas de Pam era el tiempo. No podía gestionar sus planes con sensatez con aquella lluvia, además de odiarla. Un día lluvioso era el recuerdo de un tormento que parecía repetible en su cabeza. Por otro lado, para Bennedict, su mayor problema era la seguridad de su hermano, quién probablemente ya estaba muerto, se había convencido. De todos modos, Pam había sido firme con quienes eran atrapados, una vez sucedido, no había forma de recuperar a un rehén.

La esperanza la había perdido en el momento en qué se enteró sobre su arresto junto a la señorita Felicia.

—¿Cómo van las pruebas?

—La fase tres está obteniendo buenos resultados —contestó—. Tan solo necesitamos a los prototipos ideales, pero estoy seguro de que con tu plan, los obtendremos cuanto antes.

Pam asintió y una sonrisa de lado se formó en su boca.

—Has hecho un buen trabajo. Ven aquí —se acercó de brazos, deslizó un mano detrás de su cuello y lo abrazó como su hijo, pero no era su hijo, nunca lo sería. Nadie podría compararse a su hijo. El recuerdo de aquel pequeño niño de cabello oscuro se le instaló en la cabeza, apenas podía recordar sus ojos claros y la sonrisa pequeña en su rostro. Pam cerró los ojos ante el recuerdo y frunció el ceño.

Ojalá las personas dejaran de traicionarle tantas veces, pensó.

Bennedict estiró la comisura de sus labios, pero aún así se sintió extraño por el repentino abrazo.

—Bien hecho —dijo Pam en su oído y el otro hombre sintió el recorrido de su respiración por su oreja antes de ser apuñalado en el vientre.

Un gemido de dolor se escapó de sus labios y miró con pánico a Pam. Sus manos sujetaron la herida reciente en el vientre y respiró agitadamente, de repente se encontraba en el suelo con las piernas débiles y la visión borrosa.

—Habrías logrado ver los resultados —apenas logró escuchar a Pam, la luz de la pequeña lámpara le cegaba la vista, pero podía notar la silueta poderosa de su líder y el arma blanca que sostenía en sus manos cubierta con su sangre—. Una lástima.

Pam sacó un pañuelo del bolsillo de su pantalón y limpió la sangre que se deslizaba por el cuchillo, arrastró la tela hasta quitar los últimos restos del polvo oscuro en la manga. Si el corte no lo mataría, lo haría el veneno que había envuelto en la daga.

—¿Qué es... —intentó preguntar, pero entonces sintió el sabor metálico en la lengua y luego como aquella sangre se deslizaba por sus labios. Siendo un excelente científico, sabía que no le quedaba mucho tiempo.

Pam miró al hombre tirado en el suelo, sabiendo que todo terminaría.

—Sé que enviaste a un soldado a la Alta Torre para recuperar a tu hermano. Incumpliste mis órdenes —soltó arrastrando un gruñido de frustración y se inclinó sobre sus propias rodillas para acercarse a Bennetict, que se retorcía en el suelo por el dolor y empezaba a perder los sentidos, tan solo escuchó lo último que dijo Pam, un susurro que se repetía en su cabeza antes de sentir como sus ojos se cerraban—. Una verdadera pena. Supongo que el paraíso no era para ti. 

Ladrón de Humo| 2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora