CAPÍTULO 30: DESDE EL CIELO

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KARA

Me había levantado esa mañana con un cierto sabor metálico en la boca, cómo si mis pesadillas me obligasen a morderme la lengua durante la noche. Pero lo más extraño es que me sentía agitada, con el corazón latiéndome demasiado rápido con esa incertidumbre de no saber qué ocurriría a partir de hoy.

Por fin había llegado el día en que partiríamos hacia la Fortaleza.

Decidí ducharme y ponerme la ropa que había dejado preparada la noche anterior sobre la mesita de noche. El uniforme azul prakvar se ajustaba lo suficiente bien cómo para tener que contemplarme en el espejo. Me había pasado casi la mitad de mí vida huyendo de soldados prakvares para convertirme en uno. En cierta forma, podía imaginar la cara de orgullo de mí padre.

Dos toques en la puerta me aturdieron y por un instante, tenía la sensación de que Dante se encontraba al otro lado de la puerta.

Tenía la esperanza de que todo lo que había ocurrido la noche de la restauración tan solo se trataba de una pesadilla. Sin embargo, la puerta se abrió y escuché la voz aterciopelada de James.

—Buenos días, hermosa. —Vestía el mismo uniforme, llevaba un par de armas acopladas al cinturón, y se cernía sobre el marco de la puerta con una cierta prepotencia. Cómo si disfrutara realmente de llevar aquel uniforme—. Partiremos en veinte minutos. Estas listas, ¿no?

Solté aire y decidí tomar un par de respiraciones más frente al espejo antes de dirigirme hacia la salida de mí habitación. James cerró la puerta a mis espaldas y juntos caminamos hacia el pasillo que conllevaba hacia los elevadores.

—Tengo algo para ti —murmuró y me tendió la mano. Sus dedos rozaron los míos y procuró mantenerlos cerrados con una advertencia en los ojos al notar los soldados que caminaban cerca de nosotros—. He descifrado lo que he podido, pero Dante es el único que puede hacerlo mejor.

Observé las lentes de Héctor y procuré guardarlas de manera discreta sin que ningún soldado me viera.

—¿Has descubierto algo nuevo?

—No mucho, pero todo el secuestro de Dante... no es algo que Pam haya decidido de improvisto —susurró y un cierto cosquilleo de temor se apoderó de mi cuerpo. Tragué saliva al pensar en lo que podía estar pasando en este momento—. Es curioso que Héctor tenía cierta información al respecto. Lealtad posee las memorias de Dante guardadas en su antiguo vivem, y creo que tienen previsto un proyecto neurocientífico, el cual forma parte de toda la base del plan Lealtad y toda la locura del alcance del paraíso.

Paraíso seguía siendo el misterio que la Orden se había empeñado en prometer a todos sus soldados leales, pero no entendía porque entre todos, tenía que ser Dante el que tenía que sufrir.

—Quieres decir que Dante es su conejillo de indias —susurré con un mal sabor en la boca, con unas terribles ganas de vomitar de repente.

—No realmente, estaban trabajando en varios ensayos clínicos sobre ciudadanos prakvares sin previo consentimiento, arriesgando vidas para... —se detuvo, presionando el botón del elevador—, para garantizar el éxito en Dante.

Ahora si estaba a punto de vomitar. La sola idea de imaginármelo tendido en una camilla mientras varios científicos trabajaban sobre él. En ese momento, nuestra conversación se acabó, pues las puertas del elevador se abrieron y Lizra apareció.

—¡Ja! Pues mira, justo estaba en camino a buscaros, ¿Por qué han tardado tanto?

—Yo también te estaba buscando. Imaginé que ya estarías en la zona de encuentro —murmuró James adentrándose en el cubículo del elevador.

Ladrón de Humo| 2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora