Capítulo 19

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C A P Í T U L O 19

HEATHER



—¿Saldrás?

Caminé hacia el pequeño cesto en el que todos ponían sus llaves al llegar a casa y las tomaban al salir. Tomé mi copia del juego de llaves, asentí como respuesta a la pregunta de mi madre.

—¿Con el permiso de...? —dejó al aire la última palabra, abriendo espacio a que yo admitiera que no le pedí permiso para salir.

Paré en seco por un breve momento para detenerme a mí misma de suspirar o bufar. Respiré hondo, di largas zancadas hasta llegar a donde había dejado botada mi chaqueta en cuanto bajé las escaleras. Fingí que estaba demasiado preocupada buscando alguna cosa para no tener que contestar de inmediato.

—Le pregunté a Nate —repuse en mi mejor intento de no escucharme fastidiada.

Sus ojos viajaron hasta el hombre rubio localizado en una de las esquinas de la cocina con un tazón de zanahoria cortada que llenaba su boca con cada una de ellas. Parecía un hámster. Era un poco gracioso saber que las zanahorias eran el remplazo de unas papas fritas, las cuales mi madre prohibía en la casa porque no eran buenas para mí y, por lo menos, evitaba comprarlas para no hacerme sentir mal.

Ella lo vio con los ojos entrecerrados. Aquello era la perfecta promesa de que esperaría para estar solos y así poder asesinarlo si quería. Nate se encogió de hombros con una mirada culpable para luego llevar otra zanahoria a su boca.

Giré sobre mi propio eje con dirección hacia el espejo en el pasillo de entrada. Me puse la chaqueta antes de acomodarla de la mejor manera posible, alisé el dobladillo de mi vestido e inclusive volví a peinar mi cabello hasta que luciera lo mejor posible; formé un moño con dos mechas sueltas a cada lado de mi rostro, enmarcándolo cuidadosamente.

Llevé mi dedo anular hacia mi cara y di ligeros toques en las zonas en las que aún se notaba alguna que otra imperfección. Había usado maquillaje, sin embargo, si me miraba a detalle en algún espejo, todavía podía contar cada parte que no me agradaba de mí misma.

Mis labios seguían viéndose resecos a pesar de haber usado cientos de capas de brillo labial del color de mi piel, el delineado negro que contorneaba mi línea de agua y mi párpado hacía parecer que mis ojos eran más grandes. Estaba orgullosa de haber logrado que mis pestañas se mantuvieran rizadas y largas, al igual que me regresaba un poco de ánimo saber que el rosa del rubor le regresaba un poco de vida a mi cara pálida, aunque yo continuaba fijándome en las ligeras ojeras que aún era capaz de percibir y en una que otra imperfección en mi piel.

Gruñí.

No me gustaba usar maquillaje, no porque me sintiera lo suficiente bonita como para no hacerlo, sino porque era frustrante el intentar cubrir cada una de las cosas que no me gustaban de mí con un simple producto, sólo para descubrir que eso no se iría sin importar qué tanta base o corrector me pusiera.

No entendía porqué estaba frustrándome tanto por verme lo mejor posible cuando ni siquiera era una cita... al menos, eso no dijo Archer. Quizás era yo la que estaba malinterpretando las señales y él sólo quería ser un buen... amigo.

—¿Segura que quieres llevar ese vestido? —pronunció con voz acre. Entreabrí los labios, miré mi vestido. Ella me señaló con su dedo índice de arriba abajo con una mueca de incomodidad—. ¿No es algo...? ¿Viejo? Tienes ropa más linda en tu armario, Heather.

El sol, las estrellas y túDonde viven las historias. Descúbrelo ahora