Capítulo 13

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C A P Í T U L O 13

BAILEY

17 de octubre

Cada diecisiete de octubre visitábamos a mi padre biológico, a ese que se fue a un lugar mejor catorce años atrás, aproximadamente.

Así decía mi madre cada que le preguntaba dónde estaba mi padre cuando era pequeña, esa misma frase pasó a ser la respuesta que ella le daba a Adam cuando él le preguntaba lo mismo que yo. Aunque a mí me tomó menos tiempo descifrar que «ir a un mejor lugar» era un eufemismo para no decirnos que nuestro padre estaba muerto, nunca me atreví a decírselo a mi hermano menor, luego Nate y mi madre le dieron la charla del ciclo de la vida y él se siguió aferrando a pensar que estaba vivo, sólo que en un lugar más lejos de todos nosotros.

El cementerio no era mi lugar favorito, en lo absoluto, aunque sí admitía que estar ahí me causaba una gran tranquilidad por ver los árboles llenos de flores blancas con manchas rosas y algunas estatuas de piedra que habían alrededor.

Había logrado memorizar gran parte de los detalles que habían en ese lugar con tal de no pensar en que, a la persona a quien visitábamos todos los años, fue a alguien a quien no conocí realmente.

Se suponía que debía estar en el cementerio.

Mi madre llevaba un buen rato bombardeando mi móvil con cientos de llamadas y mensajes preguntándome dónde diablos estaba cuando se suponía que yo debía llevar las flores para la tumba de mi difunto padre.

Lancé un suspiro cansado antes de tallar mi rostro con las palmas de mis manos y apagar por completo el celular para que dejara de sonar. Lo hice aún sabiendo que, en cuanto mi madre me viera, estaría gritándome a diestra y siniestra lo irresponsable e inconsiderada que era.

Regresé la mirada al cuaderno sobre la mesa de la cafetería e hice tamborilear mi lápiz sobre la libreta. Me quedé inmersa en lo que antes anoté en francés al tiempo que recargué mi frente sobre mi palma, evité a toda costa la mirada marrón de la chica; su pelo rubio y sedoso caía sobre su hombro para crear una cortina que parecía ser de oro.

Demonios, ¿cómo lograba conservarlo así? Yo estaba orgullosa de mí si lograba quitar los nudos y hacerlo parecer algo decente.

—¿Todo en orden? —preguntó Victoria con una sonrisa apagada.

Asentí, sin saber qué más decir.

Durante el tiempo que llevábamos juntas en la cafetería, sólo me limité a responder con monosílabos. Por lo menos funcionó para no terminar diciendo algo que no debía; además de que llevaba unos audífonos en la mochila y me los puse para aparentar que no escuchaba ciertas cosas, aunque ni siquiera estaba reproduciendo música. Gracias a los audífonos, ella se obligó a no hablar demasiado conmigo.

En esos momentos odiaba con toda mi alma que ella y yo nos organizáramos para hacer el proyecto de francés juntas desde el día en el que la maestra lo asignó. Intenté cambiar de pareja al dar excusas ridículas, pero nada funcionó debido a que la profesora dijo que la pareja que eligiéramos sería la pareja que tuviéramos para todos los proyectos escolares de su materia hasta fin de curso.

El sol, las estrellas y túDonde viven las historias. Descúbrelo ahora