Capítulo 34

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🌻

HEATHER




Maldito Archer.

Le di un perezoso golpe en el pecho desnudo en esperanzas de que me permitiera dormir de una vez por todas porque, hasta el momento, no había dejado de roncar. Aunque no fueran tan fuertes sus ronquidos, no podía lograr conciliar el sueño y alguien se iba a llevar la culpa de ello. Pude dormir una o dos horas, pero eso no me era suficiente, así que estaba de mal humor.

Por lo visto, no me estaba funcionado gran cosa el picotear su pecho puesto a que llevaba varios golpes en ese punto y no parecían tener efecto en él, al contrario, sólo me tomaba del brazo y aprovechaba para pegarme más a su cuerpo.

Sus labios se mantuvieron ligeramente entreabiertos, tenía una parte del rostro enterrado en mi cómoda almohada.

Eso se lo permitía sólo a él. Cuidado de si se trataba de alguien más porque le daría la paliza de su vida con la misma almohada por haber osado recostar su fea cabezota en ella.

Pataleé a diestra y siniestra, frustrada.

Rodeó mi abdomen con sus brazos, ya bastante harto de mí, pegando mi espalda por completo a su pecho a la vez que ejerció cierta presión para dejarme inmovilizada. Su pierna se enredó entre las mías, por lo que tampoco podía seguir pataleando como niña berrinchuda.

Estaba casi segura de que era la mañana, sin embargo, por suerte, las cortinas cubriendo mis ventanas no le daban ni un milímetro de paso a la luz del sol.

—Te morderé si no dejas de roncar.

—Y yo te ataré a la cama —replicó con su voz ronca, adormilada—. No tienes idea de lo mucho que te mueves cuando estás dormida. Me pateaste en el estómago cinco veces. Así que cállate y déjame dormir.

Vale, sí sabía que podía llegar a ser un poquitín inquieta estando dormida, pero no le iba a dar la razón.

Terca.

¿Me importa? No.

¿Lo cambiaré? También no. Así que a tomar por culo.

—Y tú déjame dormir a mí. Me dan ganas de arrancarme las orejas —gruñí, removiéndome para tratar de soltarme de él.

—Te ves muy guapa cuando te enfadas.

—¿Aprecias tu vida?

—Sólo por ti.

Lo sentí sonreír contra mi mejilla.

—Entonces, cállate antes de que te golpee con una lámpara y acabe con ella.

—Me sigues pareciendo sexy.

—Juro que te...

Y, exitosamente logrando callarme, me besó el cuello de la manera en la que sabía que me desconcentraba.

—T-Todavía quiero golpearte con una lámpara.

—Quiero ver que lo intentes.

—Estás muy confiadito —advertí. Me mordí el labio para no balbucear—. Podría matarte, ¿sabes?

—¿Con tu metro y medio de altura, eh?

—¡Sólo porque eres más alto que yo no significa que mido metro y medio! ¡Respétame! No me subestimes.

—Bailey, te amo. Ahora cállate ya o despertarás a tus padres. Puede que comience a agradarle a tu madre, pero no quiero tentar al destino.

Continuó besándome el cuello, subiendo hasta la comisura de mis labios.

El sol, las estrellas y túDonde viven las historias. Descúbrelo ahora