Capítulo 32

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🌻

HEATHER




—Antes de que digas algo, quiero decir que no me arrepiento de absolutamente nada —levanté mi dedo hacia el rostro de Archer, algo orgullosa de mí misma.

El rostro del chico se tiñó de un color rojo todavía más fuerte. Como la chica valiente que era, supe que la única salida de ese callejón sin salida consistía en correr como cobarde por toda mi habitación con la esperanza de que él se cansara antes y no me atrapara. Así que fui sensata y eso hice.

Brincoteé por mi cama a toda velocidad. Archer no perdió ni medio segundo antes de corretearme por todo el lugar en lo que busqué una manera de esquivarlo antes de que pudiera encarcelarme entre sus brazos.

Agradecí para mis adentros que la casa estuviera vacía a excepción de nosotros dos, de esa manera mi madre no se enfadaría porque nos estuviéramos comportando como un par de críos.

—¡Deja de huir, cobarde! —me gritó desde su lado de la recámara, imitando mis movimientos para que no me pudiera escapar.

—¡¡Yo no hice nada!!

—¡POR SUPUESTO QUE SÍ! ¡¡Ahora ven a lidiar con las consecuencias, Bailey!!

—¡Me pondré a berrear si no me dejas de perseguir! —amenacé en un chillido.

—¡Y yo me pondré a berrear si no arreglas lo que hiciste!

—¡NO HAY NADA QUÉ ARREGLAR!

—¡ME AYUDARÁS A ANULAR ESE CORREO!

—¡¡¡NUNCA!!!

Huí hacia la puerta y juré que pude sentir la victoria en mis huellas dactilares... eso hasta que el muy imbécil de mi novio me tacleara y me abandonara en uno de sus hombros como si estuviera cargando a un costal de papas.

Chillé fuertemente, fastidiada.

—¡Bájame, Archer!

Sin tener que hacer mucho esfuerzo, el chico me llevó a rastras a la silla frente a mi escritorio, donde se encontraba felizmente mi ordenador y la cuenta de correo de él, desde donde utilicé la ayuda de Gus —modo hacker— para entrar de una manera seguramente ilícita y enviar su ensayo al comité de admisiones de la universidad de París.

Como dije desde el principio, no me arrepentía de absolutamente nada de lo que hice. Al contrario, estaba orgullosa de mi pequeña hazaña.

Me dejó caer con cierta delicadeza sobre la silla antes de colocar ambas manos en el respaldo de ésta y obligarme a mirar la pantalla fijamente en lo que intentó con todo de sí el no berrear desde ese mismo instante.

—Hackeaste mi cuenta de correo, ¿y esperas que me crea que no puedes anular lo que enviaste?

—Fue Gus, no yo.

—Le romperé un disco en la cabeza cuando lo vea —masculló, cruzado de brazos, en un recordatorio para sus adentros.

—En fin, fue bueno ayudarte, pero tengo otras cosas qué hacer.

Volví a intentar escurrirme de ahí, sin embargo, Archer me tomó de la cintura y me mantuvo en mi asiento. Bufé.

—Ninguno de los dos se moverá de aquí hasta que ese correo quede eliminado —anunció, serio.

El sol, las estrellas y túDonde viven las historias. Descúbrelo ahora