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HEATHER
Estábamos a unas cuantas semanas de Navidad, lo que significaba que varios eventos importantes se avecinaban. Entre ellos, mis exámenes finales, los cuales eran capaces de definir a qué universidad tendría la oportunidad de ser admitida por promedio y el trasplante de riñón-páncreas simultáneos del que el doctor nos anunció que podría tener a mediados de diciembre, pues, después de estar casi un año entero en lista de espera, apareció un donante compatible dispuesto a donar su riñón y páncreas.
Mamá se tomaba esas noticias como si fuera equivalente a que la hambruna mundial hubiera terminado, por lo que hacía fiestas enormes en las que celebraba que su hija no moriría. Por lo menos, así lo entendía yo.
Aquella noticia no era tan emocionante como debía serlo para mí. Todos esperaban de mí que estuviera brincoteando por cualquier lugar, llena de vida y agradecida por haber tenido una nueva oportunidad de vivir una vida casi normal. Aunque la realidad no podía estar más alejado de esa fantasía que quería creer.
No estaba emocionada o feliz por ello. Estaba preocupada y atemorizada por la cirugía junto con lo que implicaría. Pude conocer al donante unos días después de recibir la noticia, era un chico joven, de veinticuatro años. Me contó que se llamaba Samuel, aunque todos lo llamaban Thomas por su apellido. Lo acompañó lo que supuse que era su novia y su mejor amigo y, aunque ambos lucían tristes, él se veía seguro de lo que iba a hacer, por lo que no lo cuestionaron en lo absoluto. Eran buenas personas, por lo que no tuve más remedio que tragarme el remordimiento que me llenaba.
Comprobé que siempre hay dos lados en una historia.
Me di cuenta de que éramos pequeños seres en el espacio que nos conectábamos con el resto de una u otra manera, como constelaciones.
La familia del chico no se veía enteramente convencida de lo que estaba a punto de hacer, mientras que la mía irradiaba felicidad por el noble acto de aquel chico. Eran dos polos opuestos.
Después de que lo conocí, no pude evitar dejar de pensar en si estaría haciendo lo correcto al aceptar el trasplante. La duda que recorría mi mente cada dos por tres era si realmente lo necesitaba, mejor dicho, si realmente lo utilizaría.
Habían tantas personas en el mundo que también se encontraban en la lista de espera, de las que yo me preguntaba si lo merecían o requerían más que yo. No quería quitarle esa oportunidad a nadie, mucho menos quería quitársela al donador. Era joven. Demasiado. Se veía como uno de esos chicos que triunfan en todo lo que hacen, por lo que no entendí el motivo de su decisión.
No hablé sobre el miedo que le tenía a la cirugía en caso de que mi cuerpo rechazara los órganos y todo se fuera a la mierda, desde arruinar esa oportunidad para mí misma, quitársela a alguien más y haber hecho que el sacrificio de Samuel fuera en vano.
Más que nada, no quería recibir el trasplante si viviría de la misma manera en la que llevaba haciéndolo toda mi vida. Me hice prometerme que no permitiría que los demás tomaran mis decisiones, sino que empezaría a tomarlas por mi propia cuenta y a hacerme responsable de ello. Me prometí a mí misma que trabajaría en que dejara de importarme lo que los demás opinaran o dijeran de mí. Y, todavía más importante, juré que ya no le tendría miedo a vivir mi propia vida.
La suma de esos dos defectos míos eran lo que me impedían ser libre, ser feliz. Entonces, si decidía recibir los órganos porque estaba completamente segura de ello, haría que valiera la pena.
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El sol, las estrellas y tú
Teen Fiction"Éramos una perfecta combinación de nuestros miedos más hermosos y nuestras peores fantasías." BORRADOR ✺ FERNANDA ARCURI ✺ 2 0 2 0