Capítulo 21

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C A P Í T U L O     21

HEATHER

17 de noviembre




Así que, anoche pasé horas intentando convencerme de que no había actuado como una loca el día que discutí con mi ex mejor amiga y mi ex novio. No fue una buena combinación con la que discutir, pero eso no le importó demasiado a la bomba que explotó dentro de mí en ese inoportuno momento frente al grupo de alumnos entrometidos que, aparentemente, no tenían nada mejor que hacer que presenciar una discusión privada para luego llamarme "loca" o "psicótica".

—Papá hará mañana las compras —informó Adam desde la mesa, trazando algo en su cuaderno de dibujo, tenía un sólo auricular puesto y me miraba de reojo, en busca de una reacción. Parecía que estaba hipnotizada por los elementos del medidor de glucosa que debía preparar, todo se basaba en movimientos mecánicos que me había forzado a aprender a la perfección—. Por si quieres algo, puedes decirle antes de irte.

Entonces, lección aprendida: si digo lo que pienso, eso me convierte en una loca con problemas de ira y si no digo lo que pienso, eso me hace una cobarde.

—Nate no es mi papá, Adam —aclaré con voz monótona. Sentí los ojos recelosos de mi hermano sobre mí, lo ignoré.

Rasgué el sobre de la toallita con alcohol con rapidez y desinfecté el borde de mi índice. Esperé a que se secara antes de tomar el lancetero y, antes de que entrara en pánico, presioné el botón necesario para sentir un pinchazo en mi piel. Masajeé mi dedo, la gota de sangre se expandió y procedí a tomar el glucómetro con la tira reactiva ya insertada, ésta absorbió de inmediato la gota roja y el aparato comenzó a procesar para darme algún resultado.

Anoté la fecha del día junto con la hora en el cuaderno designado para mis niveles de glucosa, por último, escribí el resultado que el medidor me dio segundos después. Lo cerré y lo coloqué en el hueco entre el microondas y el refrigerador.

Continué con las tareas que debía cumplir antes de irme si es que no quería ser recibida por gritos histéricos de una mujer enfadada por todo lo que no hice e incluso lo que sí hice. A pesar de sentir los ojos azulados de mi hermano estar perforando cada milímetro de mi alma, lo ignoré para apresurarme lo más que pudiera.

Mi celular vibró repetidas veces, una tras otra, sin parar ni un segundo. Miré a Adam con extrañeza, él no cambió su mirada juzgadora, así que puse los ojos en blanco para luego coger mi móvil.

Deslicé un poco por las notificaciones para darme cuenta que gran parte de ellas me informaban que algunos de mis compañeros de clase me habían etiquetado en sus historias o publicaciones en las que mentían sobre los eventos ocurridos.

Estaban exagerando.

No saqué un puto cuchillo como habían mencionado en un tweet y tampoco amenacé con prender el perfecto pelo rubio de Victoria en llamas. ¡Ni siquiera había gritado, por todos los cielos! Quizás elevé un poco la voz, sin embargo, no llegaba a la categoría de grito de lunática, como varios describían cuando les contaban a los demás lo que vieron.

Adam se colocó detrás mío y, gracias al cielo, pude apagarlo de inmediato antes de que él viera a la potencial psicopata en la que se estaba convirtiendo su hermana. Lo puse boca abajo sobre la barra de mármol de la cocina, luego fingí que todo estaba en orden al guardar las cosas que saqué; él continuó sospechando de mí en lo que lavó su plato de cereal en el fregadero.

El sol, las estrellas y túDonde viven las historias. Descúbrelo ahora