II

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Érase una vez, hace muy poco tiempo, una joven de dieciséis años llamada Eider Dilexit.

Un fatídico día, la tonta de Eider estaba tan distraída que perdió su diario, que contenía todos sus secretos y penas, en un terrible lugar: La escuela. Toda su vida social dependía de la pequeña esperanza de llegar antes que nadie.

¿Cuál era la probabilidad de que alguien haya encontrado aquel cuaderno antes que la propia dueña?

Lamentablemente, era muy probable. Y sí, me quería morir.

Llegué tan temprano que tuve que esperar a que llegase el director para que abriera las puertas del establecimiento. Salí corriendo hasta el salón de química y pude comprobar que mi querida libreta no estaba por ninguna parte.

Y me largué a llorar. Nadie me veía y estaba sola así que ¿por qué no? La situación lo ameritaba. Me sentía muy triste y preocupada. Me acurruqué en una esquina de forma que abrazaba mis rodillas. Hipé y grité, patalee y golpee. Dejé salir toda mi frustración y con el tiempo me calmé lo suficiente como para levantarme e ir a lavarme la cara al baño.

Para cuando salgo ya hay gente circulando en el pasillo; faltan solo 5 minutos para que las clases empezaran y me apresuro a acomodar mis cosas en mi casillero. Tengo que cruzar todo el edificio para llegar a la clase de historia, pero eso no evita que con la prisa choque con alguien.

-¡Lo siento! -No tengo tiempo, llego tarde -Toma tus cosas.

- ¿Eider? ¿Estás bien? Se te nota preocupada últimamente.

Volteo, es Sam, el capitán del equipo de soccer. ¿Cómo sabe mi nombre?

-Si, estoy bien, no te preocupes, me tengo que ir -digo sin más antes de salir corriendo.

Solo me queda resignarme y rezar para que no ocurra una catástrofe. Pronto iba a llegar la hora del almuerzo, aunque yo no tengo apetito alguno. Me consume la angustia y los nervios. No puedo usar mi concentración más que para imaginarme mil y un escenarios de cataclismos. Quizá esté siendo un poco dramática pero ese diario es demasiado privado. Me resulta imposible prestar atención y todos mis compañeros lo notan.

-Señorita Dilexit- alguien dice mi apellido, pero no lo escucho bien.

-Pss, Eider- alguien me toca el hombro, me giro.

- ¿Qué pasa?

-El profesor te preguntó algo.

-Si, lo siento- Miro al frente y me encuentro con un no muy contento profesor de historia- ¿Podría repetir la pregunta?

- ¿Podría prestar atención a lo que digo? Supongo que no. No me pagan lo suficiente para esto...- dice eso último en un susurro- Segunda guerra mundial, ¿Qué me puede decir al respecto?

-Este...- suena el timbre que indica la hora del almuerzo, me levanto fingiendo sentirme terriblemente desdichada- Una lástima profesor, pero por desgracia ya es momento de almorzar; supongo que tendremos que dejarlo para la próxima clase.

Sin más me largo de ahí y almuerzo con un poco de ansiedad. Todo parece tranquilo y normal. Trato de observar a todos para intentar averiguar quién podría tener mi guía, pero nadie luce sospechoso el día de hoy.

La gente normal almuerza con tranquilidad, charlando con los demás; los nerds solo discuten dentro de su grupo sobre cosas de nerds. Ninguno de ellos tiene mi libro, ya me lo habrían devuelto.

Las chicas populares solo hablan de chismes y de chicos, como siempre. A pesar de que reflejan una malicia palpable y característica de ellas, tampoco tienen mi cuaderno. En estos momentos también habrían hecho algo.

Guía para enamorar a Eider (GUÍA PARA AMAR #1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora