XVIII

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18 horas de viaje

El viaje ya termina y menos mal; tengo el culo entumecido y la espalda para el diablo después de tanto tiempo en ese micro del demonio.

George nos despertó hace unos minutos para avisarnos que pronto íbamos a llegar al complejo; a mi lado Elvis se frota los ojos e intenta despabilarse. Un profesor sube por las escaleras para pedirnos que juntemos todas nuestras cosas y nos preparemos para bajar.

Me pregunto dónde han estado todo este tiempo y cómo no nos han dicho nada sobre el semejante ruido que hicimos anoche. Sólo hay dos opciones: o han dormido todos con tapones en las orejas super aislantes o algún inepto les puso somníferos en las bebidas.

Espero que no haya sido la segunda.

De a poco cada uno se levanta junto con sus pertenencias y salimos del autobús. Luego de que los adultos se aseguraran de que estábamos todos, los choferes abren los baúles y empiezan a sacar las valijas y a amontonarlas en una montaña de bolsos y maletas.

Diviso la mía y me acerco para intentar agarrarla, pero pronto unas diez más caen encima haciéndome imposible la tarea. Muevo un par de bultos hasta que la manija de mi bolso es visible y me agarro de ella para sacarla de ahí.

Es en vano, hay demasiado peso como para poder hacerlo. Pruebo un par de veces más hasta que me rindo y lanzo un suspiro de agotamiento.

- ¿Te ayudo? - se ofrece Sam amablemente al ver que estoy batallando.

En otras circunstancias me habría negado, pero está claro que sola yo no puedo. Ahorro tiempo aceptando su ayuda.

-Sí, por favor- le pido- es la de color lila con un pin de One Direction en él.

El asiente y en menos de lo que canta un gallo la saca y me la tiende. Le agradezco y me aparto a esperar a que nos digan algo más. Me tomo un segundo para observar el lugar.

"Sunset smile" es el nombre del complejo de cabañas en el bosque. A pesar de que estamos en plena primavera, hoy hace bastante calor para mi gusto. No lo parece, pero a menos de medio kilómetro está la playa y tan solo escuchar el ruido de las olas al golpear la orilla ya me da paz.

Este es el clásico viaje que se hace todos los años para el penúltimo curso. Por supuesto que tenemos que hacer algunos trabajos integradores al respecto, pero la mayor parte del tiempo es para descansar un poco.

Una profesora nos hace señas para que le prestemos atención y habla:

- ¡Buen día a todos! Ya sabemos que están cansados, pero deben prestar atención. Aquí tengo el listado de habitaciones según lo que eligieron. Cuando los mencione, tiene que venir uno por habitación a retirar la llave. El nombre de cabaña está impreso en cada tarjeta. Cabaña Illinois...-

¿Según lo que elegimos? Yo no escribí ningún papel, ¿en qué momento designaron las habitaciones que no me enteré? ¿Qué voy a hacer ahora?

La gente pasa una por una y se retira hasta que solo quedamos Elvis y yo, además de los maestros. Me acerco a la que estaba entregando las llaves y le digo:

-Hola profe, ¿en qué momento asignaron las habitaciones? No pude inscribirme.

-Hola corazón- me sonríe, amo a esta profesora- hicimos pasar un papel hace unas horas para que se anotaran, pero tú y tu compañero estaban durmiendo y no quisimos despertarlos. Un amigo suyo dijo que después los despertaría y les avisaría.

No puede ser.

- ¿Uno alto, moreno con pelo muy muy corto, que parece recién rapado? ¿Con ojos marrones y cara de demonio?

Guía para enamorar a Eider (GUÍA PARA AMAR #1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora