XXIV

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Otro día comienza y la sensación de que nuevas cosas vienen se respira en el aire.

Es difícil de explicar, pero siento que un periodo de mi vida se está cerrando y, que estos tiempos son solo un vestigio de lo que vendrá más adelante.

Quizá tenga que ver con que las clases casi terminan, o que el año siguiente será el último en la secundaria antes de la universidad. O ambos, no lo sé a ciencia cierta.

No, tiene que ver con que hoy comienza la feria de expo carreras, la presión de decidir acerca de nuestros futuros para siempre cae sobre nuestras espaldas como mochilas de veinticinco kilos que nunca sabremos cómo será la forma correcta de quitárnosla de encima.

Supongo que es normal, pero la idea de equivocarme al elegir una carrera me aterra.

¿Qué pasa si no me gusta lo que estoy estudiando? ¿Y si ya me recibí, pero odio mi trabajo? ¿O no encuentro uno en lo absoluto? ¿Terminaré viviendo bajo un puente? ¡No quiero ser una indigente! Comienzo a hiperventilar y a sentirme mareada.

Las interrogativas me atacan en un remolino de posibilidades, ahogándome y dejándome sin aire con cada segundo que pasa. De repente, la cabeza me da vueltas

Necesito calmarme, miro a mi alrededor: estoy en el pasillo del instituto, busco un banco y me siento. Me tapo los oídos, cierro los ojos y me concentro en mí misma. Hago el esfuerzo de ignorar todo lo que está al exterior y me enfoco en regular mi respiración.

Lo logro, de a poco. Las pulsaciones reducen su velocidad hasta llegar a la normalidad, consigo salir de mi estado de agitación y despacio, salgo de mi burbuja.

Parpadeo hasta acostumbrarme a la luz y me reincorporo. Todo está bien. Me recuerdo a mí misma que no tengo nada de qué temer. Los jóvenes han elegido a mi edad sus carreras por siglos, si no me gusta mi orientación puedo cambiarla, si odio mi trabajo está la opción de renunciar y buscar otro, si no encuentro uno siempre existe la posibilidad dar clases, no terminaré como indigente, cuento con familia y amigos que me podrán ayudar.

Todo tiene solución, no hay razón para asustarse. Tengo que ser positiva. Con ese pensamiento en mente me dirijo de a poco al gimnasio de la escuela, donde ya están instalados todos los puestos de universidades y carreras.

El colegio decidió darnos una semana de paz previa a la tempestad; lo que traducido quiere decir que estos días estamos obligados a asistir, pero no se dictarán clases antes del maratón de exámenes finales.

Me tomo unos segundos para apreciar el lugar, hay demasiados puestos con todos los campos posibles y muchos adolescentes pululando por doquier; tampoco faltan todos los agentes y asesores, que con su sonrisa colgate intentan engatusar a todo idiota que se preste.

Avanzo hacia la mesa de lenguajes y miro diversos panfletos con las carreras disponibles para esa área, la chica encargada me mira y comienza a entablar una conversación conmigo.

- ¡Hola! - me saluda cordialmente- Mi nombre es Susan y estoy dirigiendo las carreras orientadas a la lengua, ¿puedo ayudarte en algo?

-Hola, soy Eider- me presento devuelta por cortesía- solo estaba viendo las opciones, hay demasiadas- comento abrumada.

-Sí, lo sé. Aunque traductorado, letras, periodismo y lingüística son unas de las más elegidas. ¿Tienes algo que quieras saber sobre ellas?

-Sí, de hecho. Me gustaría saber más o menos la duración de cada una y las salidas laborales que tienen, aún me falta un año para ingresar, pero debería empezar a preocuparme por las admisiones.

-La que menos dura es periodismo con tres, y la que más es el traductorado con cinco. El resto están bajo el promedio, con cuatro años de duración. Respecto a lo de las salidas laborales, eso depende de a qué quieras dedicarte Eider.

Guía para enamorar a Eider (GUÍA PARA AMAR #1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora