Repetición.

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Narra Willy

Era un bello día soleado en Seattle, el sol brillaba y todos parecían divertirse afuera. Mi madre junto con mis tíos hacían una parrillada y se reían a carcajadas de lo que hablaban. Mientras yo, me hundía en mí mismo, extrañaba a aquel que le llamaba de cariño Vegetta. Aunque ya le había enviado una carta, después de tanto tiempo lo había hecho. Aquí mis únicas distracciones eran Carol, mi madre, la televisión y un buen programa de T.V. Sin mencionar a David, un primo hijo de mis tíos.
Han pasado tres días, tres malditos días desde que envié mi carta y Samuel aún no me escribe. ¿Se habrá olvidado de mí? De pronto, se me vinieron todas las palabras que le dije, será como si nunca hubiese existido. ¡Madre mía! Quizá y ya no quiera saber nada de mí, me entristecí al pensarlo.
Hasta que llegó David.

- Hey, Guillermo. Tienes una carta -Se acercó indiferente y arrogante.

- ¡¿Una carta?! ¡Quitate! -Me encimé hacia donde estaba y le quité de un jalón el sobre morado en el que venía.

Corrí rápidamente hacia lo que ahora era cuarto y cerré con llave la puerta, para evitar que Carol, mi madre o incluso David entraran a husmear. Y ahí estaba, la carta que Vegetta me había escrito, su letra era "música para mis oidos" al verla.

Carta de Vegetta a Willy del cap. anterior...

Las lágrimas se me salieron espontáneamente de mis ojos, no podía contener mi alegría. Él aún me esperaba a pesar de todo lo que le dije, tuve que Mentirme diciéndole que no lo amo para que me dejara venir, y aún así, él me esperaba.

- ¡¿Que eso eso?! -Dijo David entrando y quitándome la carta.

- ¡Devuelvemelo! -Grité-, ¿como demonios entraste?

- Vivo aquí. Tengo las llaves.

Mis días aquí eran de lo peor, y por más que quisiera, no podía decirle nada a David porque estaba en su casa. Finalmente y sin interponerme, dejé que la leyera.

- Tú... -Titubeó-. ¿Te gustan los hombres?

Suspiré.

- No, David. Me gusta sólo un hombre.

Puso cara de pocos amigos y luego me arrojó una sonrisa provocativa. Era cierto, sólo me gustaba un hombre, el cual me había entregado en cuerpo y alma. Y no importaba saber de él los domingos, y al día siguiente perderlo tres días. Todo por el maldito correo que llegaba tarde. David pareció no importarle de que andaba con un hombre, en cambio, me dio la carta en la mano y se retiro a jugar su Xbox mientras que yo sólo la leía una y otra ves. Sin parar. Cada vez un poco más lento, esperando a que cada vez que la leyera cambiara en algo, o simplemente se extendiera más.
El tiempo transcurría y mi madre parecía olvidar el motivo por el cual estábamos aquí, solo era cuestión de unos días más para que regresaramos a España, odiaba Seattle. Mientras yo me quemaba Vegetta estaba al otro lado del mundo con un asesino casi a su lado y eso me preocupaba.

- ¿Y... Tus papás saben? -Preguntó David llegando.

- Mi madre y Carol. Mi padre hace mucho que no lo veo -Me limité a contestarle.

- ¿Crees que lo acepte?

- No sé -Acontecí serio-. Y eso no te incumbe.

Me di media vuelta y me dirigí al cuarto, la noche caía y yo tenía sueño. Por las noches me gustaba pensar que era lo que hacía Samuel mientras yo dormía. Bueno, al menos sé que está bien y eso me gusta.

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Como sufren los pobrecitos xdd mañana salseoo!!! Voten mis lectores❤❤

Cartas a Medianoche  «Wigetta» (Saga Wigetta a Medianoche 2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora