La Carrera.

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Narra Vegetta

Cuando bajamos del avión, lo primero que hicimos fue buscar a Guillermo. Sinceramente no me acordaba de la dirección, y en estos momentos de desesperación menos.

- Vamos, Samuel -me dijo Rubén-. Tienes que acordarte.

- ¡Que no puedo! No logro recordar.

Los tres estábamos desesperados, pues no sabíamos por dónde empezar a buscar. Convencí a Rubius y Staxx en que nos dividiéramos y ver si los veíamos. Hasta dónde sabíamos ellos estaba de paseo por alguna plaza. Entre tanta gente era muy difícil distinguir, de hecho, ahora mismo me había arrepentido de habernos separado.

- Samuel, creo que tú y yo deberíamos buscar juntos -me dijo Frank.

- Esta bien.

Mientras Staxx y yo buscábamos sin parar por las calles de esta gran ciudad, Rubius por otro lado hacía su esfuerzo. Mi desesperación hacía que me alterara, empecé a sudar con el simple hecho de pensar que quizás en este mismo momento el podría estar siendo mutilado, o cualquier otro tipo de tortura.

- Deja de sudar, lo encontraremos.

- Lo siento, Fank. Pero en serio no quiero que le pase nada, y si es así no me lo perdonaré.

- No fue tu culpa. Hiciste lo posible para que no fuera así. Pero no hablemos así, todavía estamos a tiempo.

Llamaba Rubén cada diez minutos preguntándole si sabía algo aunque la respuesta siempre fuera "no". Staxx le dijo que le preguntara a Cheeto si sabía algo.
Staxx y yo buscamos en las tiendas que a Guillermo le gustaba visitar, pero nada, ni siquiera un pista. Pareciera que aquí nadie lo conociera, o es que no lo dejaban salir. Mientras el tiempo transcurría yo me desgastaba con el, minuto a minuto moría, y la angustia incrementaba aún más. En eso Rubius llamó.

- ¿Samue? -preguntó para saber si era yo.

- Sí, dime.

- Ya he hablado con Cheeto.

- ¿Que pasa? ¿En dónde está? -mi desesperación se notaba hasta en mi hablar.

- Cheeto dice que se reunirían en la plaza principal de Seattle.

- Gracias.

- ¡Cuidado, puede estar armado! -me dijo antes que cortara la llamada.

- ¿Que sucede? -dijo Frank angustiado.

- La plaza principal, ahí están.

- Está muy lejos -mi cara se horrorizó-. Necesitamos un carro.

Miré a todos lados en busca de un taxi para que nos llevara a la plaza, pero Rubius se nos adelantó y en un abrir y cerrar de ojos estaba enfrente de nosotros con un Toyota negro.

- ¿De dónde has sacado el carro? -le preguntó Frank contemplando el vehículo.

- Yo... lo... conseguí.

- ¡Te lo robaste! -le dije.

- ¿Quieren salvar a Guillermo sí o no?

Nos subimos rápido a aquel carro con quinientos caballos de fuerza que en un arrancón ya estábamos muy cerca de la plaza.
El carro iba muy rápido, demasiado rápido para ser verdad. Pero se tuvo que detener a dos cuadras antes de llegar pues había tráfico.

- Hay mucho tráfico, tiene que correr, está a dos cuadras. Tiene un reloj enorme.

- Un reloj. Muy bien -y Frank y yo corrimos hacía el.

Me sentía atrapado en una de esas pesadillas aterradoras en las que tienes que correr, correr hasta que te arden los pulmones, sin lograr desplazarte nunca a la velocidad necesaria. Mis piernas parecían moverse cada vez más despacio mientras me esforzaba por avanzar entre la multitud indiferente, pero aún así, las manecillas del gran reloj de la torre seguían avanzando, no se detenían; inexorables e insensibles, se aproximaban hacia el final, hacia el final de todo.
Pero esto no era un sueño, y a diferencia de las pesadillas, no corría para salvar mi vida; corría para salvar algo infinitamente más valioso. En ese momento, incluso mi propia vida parecía tener poco significado para mí.
Staxx había predicho que existían muchas posibilidades de que los dos muriéramos allí.
Y no podía correr muy rápido...
El reloj siguió dando la hora mientras el sol caía a plomo en la plaza desde el centro exacto del cielo.
Entonces, lo vi. Vi a aquel chico del que me había separado miles de veces, sonriente y libre, pues no sabía a lo que se exponía. Frank me alcanzó y logro verlo.

- Allí -señaló a Yellow Mellow que de la parte trasera de su pantalón sacó una pistola.

- ¡No!

Corrí hacia Guillermo abrazándolo y cayendo los dos al piso. Frank también si aventó, y, si no hubiera sido por él nos habría matado a mí y a Guillermo. Lo único que recuerdo es que el arma fue disparada y Frank se aventó para que la bala no nos diera. Y ahora Frank se encontraba en el piso con una bala cerca del corazón y la gente mirando.
La policía llego gracias a Rubius y pudieron detener a Yellow Mellow, pero el no importaba ahora, ahora importaba Frank que se encontraba entre la vida y la muerte.

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Salseo del bueno!!!
Ay pobre de Frank, el no tenía la culpa:c bueno, espero les este gustando ya que nos acercamos al final y a la sorpresa que les dije ¿adivinan cual es la sorpresa?
Voten y comenten que se les agradece:3

Cartas a Medianoche  «Wigetta» (Saga Wigetta a Medianoche 2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora