Adrenalina.

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Narra Willy

Amaneció y, por alguna extraña razón, creí que despertaría con Vegetta a mi lado. Maldita sea, el estaba tan lejos que ya ni siquiera lo sentía cerca. Ya ni siquiera recordaba su cara, o algo similar a él. En estos momentos envidia a Staxx, él lo tenía cerca, incluso aún más cerca que yo. La carta llevaba cuatro exhaustos días de haber sido enviada y ni siquiera me había llegado nada, ¿porqué se tarda tanto?
David seguía con la arrogancia de que quería salir conmigo a algún lado, desde que estamos aquí yo no he salido para nada, la verdad es que desde que no veo a Vegetta no tengo ganas de nada. Pero David era tan arrogante que casi me convencía.

— Guille —dijo David por enésima vez—, vamos a salir.

— Ya te dije que mi mamá no me deja.

— ¿Y si yo le pido permiso?

— ¡No! —Exclamé fuertemente—. Digo, la verdad es que no tengo ganas.

David frunció el ceño, parecía que al con se había dado por vencido. Pero lo único que provoqué fue que, sin decirme nada, iría con mi madre a preguntarle.
  David llegó con una sonrisa en su cara.

— ¡Tu madre no ha dado permiso de salir!

— ¡¿Que?! Te dije que no le preguntaras.

De pronto, mi voluble estado de tristeza cambió a enojo, a un enojo tan intenso que me puse rojo del coraje que estaba haciendo. Para mi suerte, David era algo idiota y no captaba lo que pasaba a su alrededor, podía estar ahorcando a mi tía y el ni en cuenta. Me calmé y bajé la mirada tratando de esquivar la de David.
  En el camino lo maldecía una y otra vez sin parar, cada instante, cada segundo, cada que el carro avanzaba como el vuelo de un águila.

— ¿Puedo saber a dónde vamos? —Pregunté aún con tono de enojo.

— Pensé que te gustaban los antros y, pues, te llevaré a uno.

— Este... Me parece bien.

Me maldije en mi mente y reproché cada segundo de nuevo. ¿Porqué todo me recuerda a Samuel? Y ahorsa íbamos a un antro, el lugar dónde empezó toda esta locura de nuestra relación. Si no fuera por ese día, no estaría sufriendo en estos momentos, pero tampoco tendría una razón para volver a España.
  El lugar que tanto amaba, y la persona que tanto amaba, e incluso mi mejor amigo, están allá, esperándome. Podía cruzar el mundo entero sólo para verlos.
  El enfrenon que dió el carro de David hizo que reaccionara de mi sueño. Estábamos en el estacionamiento de lo que era el antro. No tenia ganas de entrar, sabía que al entrar, todo me recordaría a Samuel, a pesar de que con el simple hecho de ser yo mismo, me recordaba a él.
  El sonido mareador de la música hacia que la cabeza me diera vminutob, aún así, era la primera vez que salía hace meses y no quería que David pensara que era un "niño". La esperanza de que pronto le diera sueño o quisiera iré se debilitaba minuto con minuto mientras lo veía bailar. Mis ojos se entre cerraban y mi sueño parecía alargarse.
  La esperada hora de que me dijera que nos fuéramos, llegó. Nos subimos al carro y David arrancó como si una banda de secuestradores viniera tras de nosotros, no le decía nada ya que tenia tanto sueño que lo único que quería era que llegáramos lo más rápido posible.
  Al llegar, subí inmediatamente al cuarto, evadiendo todo lo que estaba, llevaba un suelo que ni yo me lo aguantaba. Hasta que mi mamá entró detrás de mí con los brazos cruzados y su cara reflejaba un enojo profundo. Lo primero que me vino a la mente fue que David me había engañado y mi madre nunca había dicho que sí.

— Mamá, si es por que salí quiero decir...

— ¿Porqué envías cartas a España? —me interrumpió y de pronto todo tuvo sentido.

— Porque hace cuatro, casi cinco meses que no hablo con Samuel y quería saber de él.

— ¡¿Te das cuenta de que nos pones en peligro?! —su expresión se alteró más.

— Mamá, ni porque el asesino supiera que estamos en Seattle, jamás nos encontraría. Aparte ya estoy mayorcito.

— ¡Mientras estemos aquí vivirás bajo mis reglas!

— Muy bien —Expresé seguridad—. ¿Quieres que me vaya ahora o me darás algunos días para llevarme mis cosas?

Al decirle esto a mi madre toda la adrenalina me recorrió todo el cuerpo como un escalofrío que parecía no tener claro. Mi madre se puso roja por lo que acababa de escuchar, en verdad eso quería.
  Yo nunca pedí estar en Seattle, ni siquiera sé porque me vine con ella, el problema es con ella no conmigo ni con Carol. Todo esto me frustraba y no dejaba que mi mente pensara claro.
  Mi madre salió del cuarto sin nada más que decir. Cerré la puerta de un golpe, no me importaba si lo escuchaba o no, so estaba de acuerdo o no, yo ya elegí mi futuro.

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Bueno, hasta aquí este cap. Y disculpen por subirlo s esta hora, estaba estudiando para mi examen de química XD en el próximo cap. volvemos con Staxx y Vegetta. Voten y comenten mis lectores, se les agradece❤

Cartas a Medianoche  «Wigetta» (Saga Wigetta a Medianoche 2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora