Narra Vegetta
Mi padre fue el único que conservó la calma. En el aplomo y la autoridad de su voz se acumulaban años de experiencia adquiridos en la sala de urgencia.- Samuel, Guillermo, llévense a Carol de aquí.
Guille, que estaba serio por primera vez, asintió.
- Vamos, Carol.
El rostro de Guille estaba blanco como la cal, jamás en mi vida lo había visto así. Todo el color rojo de sus mofletes había desaparecido por completo, y ahora, estaba a terrado, en verdad lo estaba.
- Samuel ¿que crees que paso? -Preguntó nervioso.
- No lo se. Quizá sólo se cayó y ya -Intenté calmarlo.
- No. En la frente tenía una herida de cuchillo, no creo que se haya caído.
Guille era más observador de lo que pensé, aún así le dije que todo saldría bien, que lo importante es que su mamá estaba con vida y que mejor siguiera disfrutando de su cumpleaños.
La mamá de Guille estaba bien, dijo que unos tipos intentaron asesinarla pero ella logró escapar, pero que todo estaba bien. Guille no le creyó del todo, se preocupó mucho que después de eso ya no quiso seguir divirtiéndose. Cuando todos se fueron nos quedamos él y yo solos.- Tengo miedo, Vegetta -Me dijo acurrucandose en mis brazos.
- Yo estoy aquí -Le recordé-. Y no dejaré que nada te pase.
- Gracias mi cielo. Pero en verdad me preocupa mi mamá, no sé que haremos.
Quería decirle algo que le inspirara seguridad, las ideas fueron escasas, así que, en vez de decirle algo sólo lo recosté en mi pecho, tapándolo con la cobija y haciendo que durmiera y olvidara este día.
A la mañana siguiente me sentía fatal: no había dormido bien, me dolía el brazo por estar abrazado con Willy casi toda la noche y tenía un dolor de cabeza tremendo. El hecho de que Guille se mostrara dulce pero distante cuando me besó la frente a toda prisa antes de escabullirse por la ventana no mejoró mis espectativas. Le tenía pavor a lo que le fueran a hacer a su madre, la ansiedad parecía aumentar el dolor que me martillaba en la cabeza.
Guille me esperaba en la escuela, como siempre, pero su rostro evidenciaba que algo no iba bien. En sus ojos había un no sé qué oculto que me hacía sentir inseguro y me asustaba.- ¿Que tal te sientes?
- Muy bien -Me mintió. Me estremecí cuando oí las palabras salir.
Caminábamos en silencio; acortó su paso para acompasarlo con el mío. La mañana pasó lenta, casi pareció eterna. Al la salida Guille quería hablar conmigo.
- Samuel, hablemos.
- Está bien, hablemos -dije y sonó más valiente de lo que yo me sentía.
Inspiró profundamente.- Guille, nos vamos.
Yo también inspiré profundamente. Era una opción aceptable, y pensé que ya estaba preparado.
- Bien, sólo dejame hablar con mi padre y empacar mis cosas.
Lo miré en un intento de que me dijera algo pero, me devolvió la mirada con frialdad.
- Cuando dices nosotros... -Susurré.
- Me refiero a mí y a mi familia.
Cada palabra sonó separada y clara.
Sacudí la cabeza de un lado a otro mecánicamente, intentando aclarar mi mente. Esperó sin mostrar ningún signo de impaciencia. Me llevó unos minutos volver a estar en condiciones de hablar.- De acuerdo -dije-. Voy contigo.
- No puedes, Samuel. El lugar a donde vamos... No es apropiado para ti.
- El sitio apropiado para mí es aquél en el que tú estés.
- Iremos con unos tíos a Seattle y ahí nos quedaremos hasta que atrapen al asesino o se calme la cosa -me dijo casi convencido.
- No puedes dejarme -reproché.
- Lo siento, el avión sale mañana. Puedes ir con Staxx y Alex a despedirme
Mi mundo se vino abajo con las palabras que dijo. Se iría por tiempo indefinido y yo no sabría que hacer, no nos contactariamos ni nada. Regresé a mi casa hecho pedazos y me solté en llanto.
La única persona que me ha cambiado se ira de mi vida, de algo que no soportaba. Esa noche no pude dormir, deseando que al final de cuentas no fuera o me llevara, pero no fue así.
Miró a lo lejos, entre los árboles, cuando volvió a hablar.- En cierto modo te he querido, es cierto. Pero esto es algo que no se puede evitar -Me miró de nuevo; ahora, sin duda, las facciones heladas de su cara parecían no quererme-. He permitido que esto llegara demasiado lejos... No te amo.
- No -contesté con un hilo de voz; empezaba a tomar conciencia de lo que ocurria-. No es cierto.
Samuel no dijo nada, se quedó helado. Su mirada reflejó dolor y me pareció que salió una lágrima de sus ojos.
- Te veré mañana en el areopuerto
Guillermo se alejó deprisa dejandome solo. Corrí hasta mi casa y me puse a llorar en mí habitación. Desperte a las doce de la noche. Miré la última conexión de Staxx y estaba en línea. Le mandé un mensaje para que él y Alex nos acompañaran mañana al arereopuerto.
En el siguiente día, ya en el aereopuerto, nos reunimos todos para despedir a Guille.- Te voy a esperar -le susurré.
- Sólo... Cuídate mucho.
Ninguno de los dos pudo decir otra palabra más o sucumbiriamos en llanto. Frank y Alex lo despidieron con un gran abrazo. Guille, Carol y su mamá pasaron por la aduana, nosotros mirabamos el inmenso avión, ese avión al que se subiría.
Cuando Willy subió al avión, alcé la vista para verlo. Sólo salió una lágrima de mis ojos tristes. Entonces todo pasó muy rápido.- ¡No! -Rugió Staxx.
Se arrojó sobre mí, para que no intentara subir al avión y me agarró firmemente para no correr. Los dos nos caímos y aterricé en el frío piso de mosaico. Staxx chocó contra Alex y entre los dos me sostuvieron muy bien que no pude moverme.
Los guardias se aproximaron de prisa aún que no hicieron absolutamente nada. Alex sostuvo mis brazos fuertes haciendo que me arrodillara y sení toda su fuerza en mí.
No sólo estaba en estado de shock, sino que también sentía pena. Caí al suelo cerca de la ventana, con los brazos extendidos de forma insistiva para mí caída entre el piso frío. Justo en aquel momento sentí el dolor agudo y punzante que me subió desde la muñeca hasta el pliegue del codo.
Aturdido y desorientado, miré el avión que despegaba por la pista y después los ojos enfebrecidos de Staxx y Alex repentinamente molestos.- Está bien, Samue. Todo está bien -me consoló Alex sobandome el codo.
- Te llevaremos a casa -Contestó Staxx bajando su ira por la vergüenza que les hize pasar.
Me dejaron en mi casa, abrí la puerta y mi familia me miró con lástima. Subí de prisa a mi cuarto, evadiendo todo y cerrando la puerta con llave. Sentía un gran dolor en mi corazón en solo pensar que me ha dejado.
Noté el suave piso de madera en las rodillas y luego en las palmas de mi mano, y al fin, contra la piel de mi mejilla. Esperaba poder desmayarme, pero para mi desgracia no perdí la conciencia. Las oleadas de dolor, que apenas me habían rozado hasta ese momento, se alzaron y barrieron mi mente, hundiéndome con su fuerza.
Y no salí a la superficie.OCTUBRE
NOVIEMBRE
DICIEMBRE
ENERO
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Cartas a Medianoche «Wigetta» (Saga Wigetta a Medianoche 2)
Novela JuvenilCartas a Medianoche es el segundo volumen de la saga «Wigetta a Medianoche». Samuel debe tener una relación a distancia con Guille. Después de enfrentarse a la dura batalla de decirle a sus padres de lo suyo, el amor de ellos se pone a prueba cuando...