Nagito Komaeda había sentido varias emociones a lo largo de su vida, sentimientos que, realmente, casi nunca fueron buenos.
Sintió el miedo de las noches de tormenta cuando era un niño, sintiendo a su vez la soledad cuando dormía abrazado a la almohada de sus padres al ir a su cuarto en busca de protección, encontrando el vacío que le recordaba el accidente de avión. También sintió la adrenalina del sabor a cuerda vieja y olor a tabaco de aquel secuestro al empezar el instituto, ese sentimiento que hacía que tu corazón latiese muy rápido y que tus ojos no paren de derramar lágrimas por todo el rostro. ¿O ese también era miedo?
También sintió el nerviosismo de aquellas tardes en sus antiguos colegios al quedar solo en las esquinas de las clases y patios, nerviosismo al ver que, casualmente, la lámpara del salón empieza a moverse justo cuando unos niños le trataban bien, o que la pizarra de clase empezaba a soltarse de la pared cuando en el examen tocaba los temas que se sabía. Constante nerviosismo cuando cosas buenas le pasaban, ya que eso significaba que algún inocente recibiría su mala suerte, y eso le preocupaba. Otro sentimiento fue la tranquilidad, esos escasos momentos de paz cuando leía. Fantasía, tramas históricas, comedia... cualquier género era perfecto para él, solo quería eludirse de su mundo por unos minutos.
Pero, sin duda alguna, la frialdad de la soledad era la más conocida.
La de Navidades, cumpleaños, San Valentín y vacaciones que pasó sólo en la lujosa casa heredara de sus padres. Tan vacío y frío, solo y deprimente que hasta él mismo se daba algo de pena, aunque con los años aprendió que eso era lo que se merecía, dejó de sentir misericordia por sí mismo hace años. Un imbécil inútil, nauseabundo, patético y asqueroso como él no se merecía el experimentar el amor o cariño, y aunque pudiese merecerlo sabía que nadie se lo daría. Su mala suerte y diagnóstico se encargaría de ello.
Pero, entonces, Hajime Hinata entró a su mundo.
Por primera vez Nagito sintió el calor de un abrazo, el afecto que un simple apretón de manos podía otorgar o la satisfacción de hablar con un amigo sin temer a las consecuencias, simplemente siendo él mismo y ya. Fueron tan repentinas y poderosas que se sintió nublado al experimentarlas, pero reconocía que le eran agradables.
Ah, pero ningún sentimiento era tan agradable como el amor.
Siempre leía las previsibles y típicas reacciones amorosas de los libros, esas descripciones cursis sobre las mariposas en el estómago y el calor del rostro al sentir tu corazón latir con fuerza, siempre aclarando lo maravilloso que era el amor. Para él fue diferente, ya que las mariposas en el estómago no eran fuertes y dolorosas, sino suaves y agradables, como el cosquilleo de una flor. El rápido latir del corazón no era desembocado ni agobiante, más bien era ligero y, ¿relajante? Era como estar en un sueño, uno casi tan genial y maravilloso como el que tuvo en su estado de coma al despertar del programa.
Era tan diferente a los libros que llegó a pensar que era su linfoma apoderándose de su cuerpo, pero entonces lo entendió, entendió que era amor cuando Hinata era el único que le transmitía paz, el único que intentó comprenderlo y el que hacía que todas las mañanas pensara 'ojalá ver a Hinata-kun'. Lo comprendió al punto de sentir leve vergüenza al hacer esa 'declaración' de amor al castaño, y desear con toda su fuerza que le correspondiera incluso con sus pensamientos pesimistas de siempre.
Era raro, y nuevo, y no le desagradaba.
Fue cuando volvieron de la misión de rescatar a la Fundación y con Mitarai como nuevo miembro del grupo que recibió su primer abrazo en años, proveniente de Hinata. Un abrazo sincero disculpándose por no creerle y no tomarse el tiempo de intentar entender sus creencias y pensamiento, un abrazo lleno de disculpas y sentimientos de querer empezar una nueva etapa como amigos, todos juntos.
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Hopeful 「Komahina」
RandomNagito Komaeda era una persona compleja de comprender, un alma que intentaba seguir resplandeciendo en medio de tantas experiencias oscuras y desesperantes, buscando esa pequeña y brillante esperanza para tener motivos para vivir. Sin embargo, el de...