Tormenta

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Y la suave melodía del canto del ángel volvió a tranquilizarle en medio de su llanto.

Se concentró en eso, en la voz que no paraba de llamarle y el olor a rosas que llegaba a sus fosas nasales, ignorando la oscura y tenebrosa tormenta del exterior. Sintió cómo le levantaba de la cama para, seguidamente, acunarlo en su pecho, dejando sutiles caricias en su espalda.

Los padres de Komaeda solían trabajar durante muchas horas fuera de casa, a veces dejando por días solo a Nagito, pero que fueran bastante ausentes y profesionales con su trabajo en aquella enorme empresa no significaba que no quisieran al albino, demostrándolo en esas pequeñas ocasiones.

Su madre siempre iba a consolarle en las noches de tormenta, cuando el pequeño despertaba por los sonoros rayos de la tempestad y empezaba a llorar por el miedo. Siempre era ella la que lo protegía en sus brazos mientras sus delicadas manos le daban acaricias de tranquilidad, cantando con su voz suave y, como su propio hijo y marido decían, "de ángel".

Siempre protectora y maternal, cantándole para tranquilizar su corazón y, así, volver al dulce mundo de los sueños. Siempre apretaba entre sus manos el suave camisón de su madre para asegurarse de no estar solo, sintiendo el calor que esta irradiaba envolver su cuerpo temblante. Odiaba las tormentas, siempre pensaba que un rayo le caería encima o la ventana de su habitación se rompería, dejando entrar a la lluvia e inundar su cuarto, pero aquella mujer siempre conseguía hacer que se sintiera sereno y seguro.

Le gustaba escucharla cantar, le gustaba abrazarla con todas sus fuerzas y quedarse dormido en sus amorosos brazos con un beso en la frente antes de volver a dormirse, como a cualquier niño de su edad. La armonía que sentía en esos momentos era tan maravillosa que hasta se olvidaba del origen de su miedo, las dichosas tormentas. Ahí estaba su madre para resguardarle de todo mal.

Pero no duró mucho tiempo en su vida.

Ya no había brazos cálidos que lo reconfortaran en mitad de la noche, ya no había caricias para tranquilizarle y, mucho menos, ese calor que lo acogía cómodamente para estar en compañía en mitad de su temor. Ya no estaba.

Y todo fue por su culpa, por su mala suerte. Por el accidente de avión.

Con el pasar de los años, esos recuerdos lejanos de su madre se fueron deformando a falsos recuerdos horribles, memorias de falta total de cariño y afecto cuando era todo lo contrario, al menos cuando estaban. ¿Por qué sucedió eso? Su mente era la única que podía explicarlo, y a veces ni él mismo se entendía.

Siempre cantaba, cantaba esa melodía lejana en la marea de su subconsciente cuando las tormentas le despertaban. Aunque empezase sin ritmo alguno y con varios sollozos e hipidos de por medio, acababa con una especie de nana susurrada, permitiéndole unos pocos minutos de, simplemente, desconectar de la realidad mientras se abrazaba, creando esa falsa imagen de alguien acompañandolo, buscando contacto físico sin darse cuenta.

Y la primera vez que durmió con Hinata no fue diferente.

No se movía mucho por la noche, su cuerpo empezó a aprender que era mejor estarse quietecito si no quería caerse por la cama de cara al piso, y Hajime era todo lo contrario, básicamente durmiendo como si fuera una estrella de mar, ocupando la cama al completo. Fue interesante cómo Komaeda dormía quieto en su lado de la cama (casi al borde por considerarse indigno de tocar de forma tan 'cercana' a la esperanza definitiva) mientras Hinata entrelazaba sus piernas a la vez que se movía para quedar cómodo.

Tanta tranquilidad le ayudó a descansar como nunca, permitiéndose, por esa noche, el lujo de dormir agarrando la mano del castaño para sentirle y recordarse a si mismo que no estaba solo, ya no.

Hopeful 「Komahina」Donde viven las historias. Descúbrelo ahora