Amor

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El calor de la habitación subía por momentos, las ansias y necesidad de más nublaban sus mentes y les obligaban a seguir adelante. Ambos corazones acelerados, ambos cuerpo pegados sin ningún tipo de vergüenza y gestos que dejaban claro lo que querían.

Komaeda jadeó levemente cuando los labios de Hinata se separaron de los suyos, ambos alientos mezclándose por la cercanía de sus rostros. La temperatura se ancló en sus mejillas, permitiéndose unos segundos de descanso antes de volver a unir sus labios, demandantes y hambrientos, permitiéndose el lujo de dejar sus pieles bajo el toque curioso de las manos ajenas.

Fue como una descarga eléctrica cuando las manos cálidas del castaño tocaron la cintura del albino, notando con la punta de sus dedos el hueso de su cadera al subir con lentitud su camiseta blanca. Poco a poco ascendió, recorriendo el, algo preocupante, delgado torso de Komaeda, tibia y suave bajo sus dedos. Debería empezar a insistir más en la dieta de su novio para que suba unos kilitos de peso.

Lento, muy lento fue el proceso de quitarle la camiseta, al igual que el rastro de besos por toda su clavícula y pecho. Komaeda no era de esas personas calientes al tocar su piel, más bien se sentía... fría, como si la sangre no circulara bien por su cuerpo, pero Hajime prefirió no pensar en eso, sino en la increíble sensación de sus labios acariciar la piel ajena, con cuidado de no morder con demasiada fuerza.

-Hinata-kun...- el nombrado se separó al escuchar ese suspiro, apoyándose en sus rodillas para no aplastar al contrario al tiempo que se quitaba su propia camiseta. Vio la nada sutil mirada del albino sobre su torso, recorriendo con la mirada su bronceada y marcada piel, sin atreverse a moverse ni un milímetro por miedo a estropearlo todo. Su respiración se aceleraba, miles de sentimientos confusos pero familiares se agolparon en su mente y pecho al tiempo que Hinata volvía a colocarse encima a ahorcajadas y, rozando lo demandante, devorar sus labios.

Debía estar muerto, porque eso era el cielo.

Llevó sus manos pálidas al pecho del castaño, sintiendo la calidez de su calor corporal recorrer la palma de su mano. Fue bajando, lento, muy lento, delineando la figura musculada de su pareja. No era ningún culturista, pero ahí estaba.

Sus bocas se separaron, dejando que el mayor volviera a su cuello. Besar, morder, succionar... todo se sentía demasiado bien.

Entre caricias y besos, las ropas se fueron quitando una a una, hasta que se encontraron exactamente como el día en que nacieron. Sus rostros ardían, era algo nuevo para ellos, un campo prácticamente desconocido para ellos.

Hinata empezó a bajar sus besos, llegando a sus costillas mientras sus manos, con delicadeza, se posaban en la cintura ajena. Un escalofrío le atravesó la espalda.

-¿Estás bien?- Hinata le miró preocupado, separando su rostro para observarle.

El albino asintió, cerrando los ojos al sentir esa corriente eléctrica por todo su cuerpo al sentir las manos de Hajime más cerca, más delicadas, más tranquilas. Cualquier rastro de ansias se esfumó por completo, dejando solo a un par de idiotas enamorados.

-Eres precioso- el de ojos bicolor depósito un pequeño beso en el hombro de su compañero, recordando su regla número 1, 'recordarle a Nagito lo bueno, bonito e importante que era'-. Realmente lo eres.

-Hajime~.

El castaño se rió levemente por la queja ajena, agarrando los brazos ajenos para llevarlos él mismo a su alrededor de su figura, diciéndole indirectamente que lo abrazara.

Lo abrazó cuando empezó, ese primer acto íntimo entre ellos, ese sello silencioso del amor que dos almas se tenían, como una especie de promesa.

Hopeful 「Komahina」Donde viven las historias. Descúbrelo ahora