Roto

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Todo el mundo conocía ese típico niño que era el 'chico perfecto'. Estudioso, atlético, grandes notas académicas... En casi todas las clases había un chico o chica así, y Hajime Hinata era uno de esos chicos perfectos.

Nunca tenía un examen que bajase de 100 de nota, era bastante fuerte y rápido (aunque la ropa le hiciese ver mucho menos musculoso de lo que era) y, además, siempre siendo voluntario para cualquier ayuda. Siempre con la cara metida entre libros, pasando tardes enteras estudiando sin apenas dormir o haciendo trabajos que tenía meses hasta su fecha de entrega, simplemente un estudiante de matrícula de honor, y fue por eso que decidieron cambiarle a la clase con los mejores alumnos de la academia.

Se encontró con una clase totalmente diferente a lo que se esperaba.

No eran ningunos liantes ni traviesos, pero tampoco eran diligentes y tranquilos, eran... Interesantes cuanto menos, pero a su manera. Sacaban buenas notas porque se ayudaban entre sí, cooperando como amigos y compañeros para sacar el máximo de sí mismos y demostrar sus habilidades, y eso fue extraño para Hinata. No era una competición, era una cooperación.

Y... se sintió bien.

Se sintió extremadamente bien no tener que competir con sus compañeros, se sintió genial que lo tratasen como un amigo de toda la vida y le ayudasen con lo que no entendía. Sonia era muy buena en inglés, Souda con las matemáticas, Tsumiki en biología, Nidai en educación física junto con Akane... Todos le ayudaban, y fue genial.

Al año siguiente solicitó casi de rodillas por seguir en ese aula, donde tenía a sus mejores amigos y apoyos emocionales.

Sí, Hajime Hinata, el chico perfecto, necesitaba pilares para su salud psicológica, aunque ni él mismo lo supiera.

Era el chico de los 100, el que siempre tenía una solución a todo, el compañero de confianza que siempre estaba dispuesto a quedar, era perfecto.

Muchas veces, en sus quedadas con Souda, Kuzuryuu y Komaeda, le llamaban de ese modo, 'chico perfecto', y contestaba con una sonrisa, pero en el fondo le dolía. Él no era perfecto, intentaba serlo.

El chico perfecto por naturaleza siempre iba a ser el primogénito de su familia, ese chico con tres años de mayor edad y mirada roja y seria, Izuru Kamukura.

Su hermano mayor siempre estaría por encima de él, siendo ese chico perfecto.

Lo peor de todo era que él no se esforzaba por ser así, no se pasaba horas enteras estudiando o entrenaba varios días a la semana para ser más fuerte y ágil, él ya era así de fábrica. Solo lo vio estudiando por más de una hora una vez en su vida, y fue aquella vez que faltó a clase por tener que hacerse un análisis médico en el hospital. Básicamente era perfecto sin esfuerzo alguno.

'Izuru a tu edad sacaba mejores notas', 'debes esforzarte más para ser como Izuru', 'si Izuru fuera a ese exámen lo haría mucho mejor que tú'. Izuru, Izuru, siempre Izuru, ya empezaba a estar harto de ese nombre. Siempre era su hermano el centro de atención y las charlas, siempre era él el mejor, aunque a Hinata le gustaba decir que al menos él comprendía sus emociones, no como el de ojos rojos. Izuru tenía problemas para expresar y entender las emociones, lo que le hacía alguien serio y a veces frío, pero el propio Hinata sabía que no era así, que en el fondo llegaba a sentir aunque no supiera el qué.

Siempre diciéndole que no era tan bueno como el azabache, siempre recordándole que no era especial como él, y dolía.

Daba igual cuanto se esforzara, daba igual la fuerza con la que deseara ser alguien mejor, seguía doliendo porque su realidad era la misma. No era nada, solo un niño corriente y normal, y eso con el tiempo le llegó a crecer inseguridades.

Hopeful 「Komahina」Donde viven las historias. Descúbrelo ahora