Tranquilidad

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A Komaeda le gustaba la tranquilidad. La paz y el sosiego que recibía en su vida eran muy escasas, llegando a vivirlas con un disfrute casi exagerado cada vez que la vida tenía algo de misericordia y le dejaba en paz.

Para él, era aliviante cuando se sentaba en un parque y no pasaba nada, disfrutando del fresco aroma de las flores recién abiertas y la suave caricia del viento acariciar su rostro. Era realmente un regalo cada día que su suerte decidía no influir mucho sobre su día, dando un pequeño parón a su constante terror en vida por el temor del juego '¿qué desastre provocará mi suerte esta vez?'. Pendiente a los deseos de una fuerza inexistente, agobiado por evitar daños colaterales, contento de que nadie salga herido.

Eran pequeñas sensaciones que salían de su rutina, cosquilleos en su estómago que le hacían sonreír levemente, sobre todo cuando leía.

Los libros fueron sus más queridos amigos en su infancia y adolescencia, siendo superados únicamente por su perro. Al menos hasta que murió en aquel accidente de coche.

Miles de mundos se abrieron a su mente, llenos de aventuras y maravillosos personajes que lo alejaban del túnel del terror que era su vida. Cuando leía las letras impresas entre aquellas hojas blancas dejaba de ser el inútil y asqueroso Komaeda, olvidando su patética existencia para vivir la vida de otra persona. Personajes valientes, entusiastas...

Queridos.

Le encantaba leer, desde libros documentales de casos interesante hasta romances, incluso revistas leía. La calma que recibía al leer, cuando su suerte no actuaba, era demasiado adictiva.

Pero, sorprendentemente, llegó a su vida algo más tranquilizador que la lectura, algo mucho más suave y reconfortante.

Era el calmante viento de año nuevo, el campo de girasoles de sus sueños, cálido y brillante como su piel canela. Hinata Hajime tenía el talento de tranquilizarle con solamente su mera presencia, lo descubrió nada más empezar la simulación, al conocerse en la playa. Con el castaño al lado, su corazón empezaba a cantar al ritmo del batir de alas de un pajarito, disfrutando de cada palpitar en su pecho de forma egoísta.

Disfrutaba de la armonía de Hajime, el simple toque de sus manos era como una dosis gigante de calmante que le relajaba la existencia.

Por ejemplo, el escuchar su respiración lenta en aquellas mañanas que, milagrosamente, se levantaba antes que Hinata, hacía que las nubes pegadas a su mente por el sueño de la noche desaparecieran por completo, dejándolo disfrutar del rítmico latir del enorme y bondadoso corazón de su Hinata. Apoyar su mano derecha en el pecho del castaño y sentir cómo este subía y bajaba lentamente le tranquilizaba, sonriendo adormecido cada vez que hacía eso.

También le relajaba los besos de Hinata, daban igual dónde eran. Le enviaba un cosquilleo a lo largo de su cuerpo que le hacía reírse levemente, borboteando alegría en su suave voz por cada 'para, Hinata-kun' que soltaba, ganándose más gestos cariñosos de Hinata para poder seguir escuchando su sonido favorito, la risa de Komaeda. El toque afectuoso y cálido alejaba las autocríticas destructivas y dañinas de su mente, dejando que poco a poco la idea de que Hajime realmente lo amaba fuera creíble. Personalmente, sus favoritos eran los besos de la mañana, los besos en su mejilla y labios justo después de los "buenos días" mutuos.

Y podía seguir durante una eternidad, describiendo miles de detalles únicos de Hinata que lo tranquilizaban. Su voz, sus abrazos, su sonrojo rojo brillante cada vez que soltaba una frase melosa al verle decaído... TODO en Hajime le relajaba, era un talento nato en el chico de corbata verde. Adoraba los sitios tranquilos, por eso amaba con todo su corazón a Hajime.

Hopeful 「Komahina」Donde viven las historias. Descúbrelo ahora