Cambio

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En varios aspectos, Hinata era todo un misterio en cuanto a su persona. Todo el mundo sabía que era un chico decidido y determinado, que se preocupaba por los que le rodeaban y consideraba su amigo y, sobre todo, atento (a su manera). Le gustaba ayudar, dar regalos a la gente y mantener su orgullo siempre, pero también era bastante inseguro en cuanto a sus habilidades y con un miedo enorme a no estar a la altura de lo que se supone debería ser. Nunca levantaría la mano a nadie excepto en situaciones de vida o muerte, intentando razonar sus sentimientos y actuar de forma fría antes de soltarlos como un volcán en erupción.

Pero, quitando eso, la gente sabía pocas cosas de su vida privada.

Le gustaba el zumo de naranja y el kusamochi, estudiar desde que sale el sol hasta que se oculta, dar regalos y mostrar preocupación o amistad por vía física que vía oral al ser demasiado tímido en esos temas, pero poco más sabían. Komaeda logró conocer más al castaño con el paso del tiempo, descubriendo que, por ejemplo, no era muy fan de las historias de miedo, o que tenía bastante resistencia al picante pero no era muy fan de este, o que le gustaba el café con leche y bastante azúcar. Hajime no le gustaba mucho hablar de si mismo, tal vez por inseguridades de su pasado por ser demasiado... normal, aunque poco a poco se iba quitando el velo que seguía cubriendo sus ojos por esos tópicos de la sociedad gobernada por el talento, por esos deseos insanos de ser alguien en la vida.

Las horas de estudio cambiaron a horas de diversión, dejando las hojas de los libros de texto por partidas de voleibol en la playa de la primera isla. En vez de memorizar las enormes ecuaciones de matemáticas, memorizaba las reacciones de sus compañeros al ayudar a Hanamura con los banquetes de la cena. En lugar de aprender el nombre de las personas importantes en la historia de Japón, aprendió a descifrar cada mirada en los ojos de sus amigos, en los deseos y temores que se negaban a salir de su cáscara y causar problemas a los demás. Ya no vivía encerrado en las cuatro paredes de su habitación, vivía en el aire libre de la isla privada de su única y singular familia.

Y, en vez de compartir techo con sus padres, lo hacía con el amor de su vida.

Tal vez nunca se esperó que Komaeda, ese chico que pasó de tenerle confianza a miedo, pudiera formar un vínculo tan fuerte y especial como el de ahora. No supo cómo pasó, pero sí cómo comenzó, con el día en que despertó del coma y decidió darle la oportunidad de redimirse y mejorar, de dejar que el Nagito Komaeda que conoció el primer día de la matanza fuera el verdadero, no el obsesionado por una esperanza manchada con tanta desesperación.

Poco a poco le fue entendiendo, le fue pillando cariño y, sin darse cuenta, se fue enamorando cada día más y más. Un largo año de tardes enteras andando por la orilla de la playa y charlando de tonterías, varias noches observando las estrellas desde el hotel y muchas mañanas compartiendo desayunos en el restaurante para alimentarle bien, tantas horas de sonrisas y alivios... esos fueron los detonantes del principio de su historia.

Fue algo vergonzoso cuando, al declararse, Komaeda suspiró aliviado y confesó que hacía varios meses que le dejó claro su amor, específicamente en aquellos días en la casa de la risa, pero cuando sus mejillas dejaron de arder y su corazón de latir tan fuerte, dejó que el pincel empezara a manchar el lienzo, formando el cuadro de la nueva etapa que empezarían juntos, sin separarse.

Había costumbres que nunca se irían, como la de despertarse a las 7:30 de la mañana para iniciar el día. Pero, en vez de levantarse para estudiar, se quedaba tumbado en la cama para observarle, disfrutar de su rostro tranquilo y relajado que le ayudaba a empezar las mañanas con mejor energía.

Siempre se quedaba unos minutos observando a Komaeda, viendo los pequeños rizos blancos caer por su frente y rostro delicadamente hasta la almohada, sus ojos cerrados de forma leve y cómo su caja torácica subía y bajaba levemente al compás de su corazón, latiendo, viviendo.

Hopeful 「Komahina」Donde viven las historias. Descúbrelo ahora