Capitulo 12

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Despierto al escuchar un insistente ruido en mi puerta, mi tobillo sigue doliendo pero ya menos, me levanto de la cama, acomodo un poco mi pelo mientras voy brincando en un pie hasta la puerta, veo las llaves en mi mesa, voy por ellas y luego abro. Me quedo con cara de pocos amigos cuando veo a Nicolás. Sin Peter. Solo Nicolás y una bolsa en su mano.

-Buenos días señorita Esposito. Disculpe que la despierte, pero el jefe insistió en que no dejara de tocar hasta que abriese su puerta y yo le entregará los medicamentos que recomendó su doctora.

-Gracias, agradezco tu esfuerzo Nico, espera acá y te doy la plata que gastaste -doy la vuelta.

-¿Qué? No. No, señorita. -me vuelvo a dar vuelta y lo miro furiosa.

-La única forma en que reciba la medicina es que aceptes el dinero. Si no vas y le das las medicinas a tu jefe.

-Señorita, usted necesita el medicamento. Y mi jefe puede permitirselo, disculpe usted -saca una silla de ruedas que está a un lado de la pared y no me había fijado -. Necesita usted reposo y la tengo acá parada hablando.

-¡No! ¡No necesito eso! Estoy bien... y no te disculpes, de verdad.

-Señorita no sea... cómo le dice acá -pone cara de pensativo -. ¿Cabeza dura? Mire, acepte las medicinas y la silla. Y cuando vea a mi jefe le dará el dinero si quiere y le devuelve la silla, pero entienda no me puedo ir sin asegurarme que usar la silla, y tomara su medicamento.

-¿Por qué estás haciendo todo esto?

-Porque mi jefe, me mandó -ja. Que tonta fui al preguntarle, es obvio que viene por órdenes de Peter, el me lo dijo antes de irse.

-Si, pero... ¿por qué el señor Lanzani está haciendo todo esto? -Nicolas me mira fijamente y parece que piensa decir algo pero dura un rato haciéndolo antes de que puedo escuchar su voz decir.

-No lo sé señorita. El señor dejo de ser así hace mucho, sin embargo usted... -Nicolas calla, y resopla -, solo tengale paciencia. Es un buen tipo, ¿me permite pasar para colocarle la silla? -asiente sin decir ni una sola palabra.

Nicolás entra y deja la silla, insiste tanto en que me siente ahí, que finalmente lo hago. Me da la medicina y muy cordialmente se despide, pero antes de que se vaya una pregunta surge en mi mente.

-¿Por qué no vino con vos? -Nico me mira atento, parece que no sabe que decir.

-El señor prepara su equipaje, vamos de regreso a Alemania está tarde -despues Nico se va, y esa noticia me cae como balde de agua fría. Pensé que iba a venir hoy. Después del beso de ayer y después de todo lo que hizo en verdad pensé que le importaba algo.

Es obvio que solo quería una noche. Que estúpida, estoy acá en el medio de mi departamento en una silla de ruedas, con el tobillo jodido y estoy enojada porque siento que se burló de mí.

Estoy más enojada conmigo misma por ser tan tonta y déjarme llevar por sus buenos tratos, y palabritas bonitas. Eran precisas y especiales y ¿qué? tengo que dejar de pensar en eso, tengo que olvidarlo. Así como el lo va a hacer. La idea provoca un dolor raro en el pecho.

Después de un rato y tomar una ducha, decido llamar a mi mejor amiga Eugenia.

-Por acá, yo por allá ¿quien? -esta loca nunca va a cambiar, siempre me dice eso y a mi me da risa.

-Cleopatra seguro...

-Bitch, como estás?

-Mujer, ¡Deja los insultos para después! -rio un poco.

-Perdón, pero después de ver series yankees subtituladas soy toda, una yankee.

-Estupida, ¿podés venir a mi casa? Tuve un pequeño accidente y necesito ayuda.

-¿Qué? ¿Accidente? ¿Quién? Digo, vos ¿Dónde? ¿Cuándo? ¿Estás bien? ¡Voy a matar a tu hermano! No sabía nada Lali! ¡No me dijo! -habla desesperada.

-Calmate, estoy bien fue solo un esguince en mi tobillo pero necesito hablar con vos, me gustaría que vengas, y mi hermano no sabe nada tampoco así que tranquila.

-Ah, ok ok dale, estás tan seria mujer que pensé que me llamabas del hospital -dice en un tono dramático, no puedo evitar expulsar una carcajada.

-¡Ay si! Me muero, por favor vení -la escucho reir.

-Dale La, estoy cerca de tu casa, dentro de poco voy a estar ahí ¿si?

-Dale, te espero y si me tres un chocolate... ya sabes no me pongo triste -reimos y después cuelgo.

No tengo que esperar mucho cuando Euge llega, como siempre sin tocar y pasando como perro por su casa.

-¿Quéeeee? ¡Oh my god! Mírate, pareces la nena del exorcista. ¿Querés que me muera de un infarto? -¿qué? ¿tan mal estoy? me tocó la cara sin darme cuenta.

-Dale, dale, pase una mañana fea y necesito tu opinión. Deja de reírte -ella para poco a poco y se sienta en el mueble.

-Ok, Ok. Pero, contame como terminaste así... ¿Segura que estás bien?

-Si, estoy bien solo que bueno, te voy a contar todo pero ¿Sin burlas, ok?

-Ok -y me da una sonrisa. Le cuento todo sobre Peter, la cena, la lluvia, el auto, todo, hasta el beso y como me hizo sentir.

-¡OMG!

-Bueno, fue cosa de una noche y listo.

-La, no te enojes conmigo pero era si cosa de una noche ese tipo no se hubiese preocupado por vos, ayer tal vez lo hizo por sentir culpa de ser un capullo... Pero, ¿hoy? ¿La silla y la medicina? ¿Mandarte las cosas con su chófer hasta que aceptarás? ¿Y el que te besara y no intente tocar otra cosa? Creo que la princesa Mariana encontró a su príncipe azul -y lo último lo dice suspirando.

-No. No es verdad, nada. No estoy enamora y ¡él no es nadie!

-Negación... ese es el primer paso... aww sos una ternura toda enojada -suspiro y mejor lo dejo así porque le voy a seguir dando tela que cortar.

-¡Ah, casi me olvidó! -saca de su bolso un chocolate -. ¿A qué ahora me amas?

-¿Quién no ama a alguien que le trae chocolate? -digo mientras le arrancó el chocolate de la mano y lo empiezo a comer, sin dejar de pensar en que quizás Euge tenga razón.

The GermanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora