Prologo primera parte. El fin.

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Era una tarde pacifica en Berk, los vikingos se encontraban ocupados en las labores diarias, algunos otros alistaban todo lo necesario, preparándose para un posible ataque nocturno por parte de los dragones.

En la costa se encontraba Hippo, mirando el horizonte. Bocón se acercó a su pupilo, apreciando el paisaje mientras colocaba una mano en el hombro del niño.

- Esta tranquilidad es una falsa ilusión –susurró el mayor

- ¿A qué te refieres, Bocón? –Hippo pregunto con confusión.

- Un cambio inmenso se acerca –respondió con solemnidad y sin apartar la mirada del horizonte- o talvez estoy exagerando y solo es una linda tarde.

Bocón se dio la vuelta con intención de regresar a la aldea, pero la mano temblorosa de Hippo lo detuvo; el joven tenía la vista fija en la lejanía y una expresión de horror en su rostro, el rubio buscó lo que había alterado a su pupilo llenándose de pavor al mirar con sus propios ojos el cielo.

En donde el mar y el cielo se tocan se formaba una nube de colores que se iba acercando a gran velocidad, a cada minuto se definía más su forma, eran cientos ¡miles! de dragones que volaban hacia Berk como un enjambre.

- Por Odín –Bocón se alejó de la costa, corriendo hacia la aldea, tenía que llamar a todos para la mayor batalla de sus vidas, rogando a los dioses que estuvieran preparados para cuando las criaturas llegaran.

Hippo se había quedado en la playa, paralizado, observando la aglomeración de reptiles que se aproximaba. Segundos, minutos, el joven no sabía cuánto había pasado cuando al fin vio las enormes criaturas volando sobre su cabeza, directo a la aldea.

Los vikingos dieron su mejor grito de guerra y con espadas, hachas y escudos se lanzaron a la batalla, la batalla definitiva. El pánico se apoderaba del pueblo, eran cientos de dragones los que estaban sobre Berk y miles los que aún estaban en camino.

El miedo ceso en los vikingos lo suficientemente listos, aquellos que se percataron de que ninguna de esas bestias se había detenido en tierra, no estaban atacando.

El jefe Estoico junto a su amigo y consejero corrieron a la playa en busca de Hippo, Bocon estaba seguro de que el menor se había quedado en la playa y así fue, el joven estaba aterrado, pero ileso.

- Los dragones se han marchado –afirmó Estoico- al fin hemos ganado.

- ¿ganamos? –la voz de Bocón reflejaba duda- no peleamos, no venían por guerra.

- Tal vez huían –esta vez fue Hippo el que habló, aproximándose a la playa- pero... ¿Qué haría huir a miles de feroces dragones?

El viento sopló llevando un casi imperceptible rugido a los oídos de los vikingos en la costa, la marea se movía irregular llevando la remanente agitación que el mar sufrió a kilómetros de Berk.

- No hay duda, algo cambio.

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@AmeliaHim Lo prometido es deuda.

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