CAPITULO II

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Dante.

La manera en como sus ojos se movieron lentamente, analizando, entre la nostalgia y alegría, la sorpresa y la desilusión al verme otra vez, fue más de lo que esperé. No estuve listo para mantenerle la mirada entre toda la multitud y me decidí en asesinar al anciano que estuvo a cargo del sermón.

Me había cansado de observar desde lo alto y entre mis ganas internas de murmurar: —"¡Ay! me quedé dormido" y luego diría algo como —"Esperen, yo no puedo dormir"

Me centré en aquella figura que producía su presencia y que, por mucho que quisiera que me dejara de perseguir en mis sueños, no he podido olvidar.

—Nero —susurré y lo miré con añoranza desde mi interior.

Trató de quedarse callado y de no darle la contra a otro soldado cerca de él. Por la manera en como lo trataba, sentí que tenían mucho que ver entre sí, luego mis ojos se posaron en una jovencita de cabello peculiar, con rostro de niña adorable y voz que me estremeció.

Aquella chica tomo asiento a un lado de Nero y luego de forzarlo a que se quedará en su posición y no saliera corriendo por toda la habladuría del anciano, le sonrió con gentileza.

Algo dentro de mí se removió y retiré la mirada. En realidad, porque Nero le había correspondido el gesto. Como era posible que después de tanto, seguía sintiendo celos por esas cosas. Nero no era mío, yo lo alejé y no debería querer tanto lo que quiero hacer en este momento con él. Me sentí atraído por él, incluso con solo mirarlo desde mi posición. Tanto él como sus ojos eran más vividos de lo que parecían en mi sueño y vine a querer saber más sobre él. El chico que amaba más que a nadie. Es tan simple ahora porque estoy arrepentido de haberlo perdido. Al final, cedí por completo, mi corazón siempre lo anhela egoístamente.

Entonces recordé que no podría dormirme tan de pronto con tanta habladuría sobre mi padre. Pestañé antes de que terminara con el sermón y me decidí en saltar a través del cristal para ponerle fin a la misión.

Luego de unos disparos, asesiné al resto de soldado que trataban de interferir y llegar a mí con sus espadas ordinarias. Unos ojos azules me siguieron todo mi recorrido por completo y cuando ya no había nadie cerca, ni un alma agonizando, me atreví a mirarlo.

Quería contemplarlo una vez, aunque sea desde lo lejos que me sentía al notar su mirada fría llena de reproche y luego siendo reemplazada por dolor en sus ojos.

Nero siempre cumple con mis expectativas, aunque mi cariño no va a salvarle la vida. No se vive de amor.

No conmigo.

—¿Así que esa es tu hermanita? —alce las cejas en señal de burla, en realidad quería una respuesta de él. Algo, aunque sea un insulto.

Pero entonces continúo callado.

Los segundos trascurrieron y sus ojos me observaron directamente, se quedó inmóvil como si fuera una estatua y su mirada, su rostro se tornó apacible, fue una punzada directo a mi corazón.

Pero no cedí al impulso de abrazarle, quería un golpe suyo. Una queja por haberlo abandonado.

—Tiene pinta de encontrarle bondad a todo el mundo, aunque no lo tengan— agregué y al fin, se movió. Como si le hubiera dicho algo tan malo que me hacía merecedor de su odio.

—Sé que estas reprimiendo algo —dije cerca de él, noté que sus rodillas flaqueaban y sin previo aviso yo estaba temblando— Nero, lo puedo notar.

Trague saliva con dificultad.

Su mandíbula estuvo tensa en esos momentos.

—¿Y porque no lo haría?

DÉJAME APAGAR TU FUEGO | DANERO 2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora