CAPITULO VIII

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Nero.

—¿Interrumpo?

Me he paralizado. Se me ha cruzado el peor escenario posible y todos los colores han aparecido por mi vista en un segundo.

—¿Glo... Gloria? —consigo articular al verla detrás de Dante y me separo con rapidez. Dante se gira con esa típica sonrisa suya que me confunde al instante.

—¡Oh, vaya! —le guiña un ojo y camina a su alrededor—. Nada mal.

¿Acaso le está coqueteando?

—Nero, mi pequeño —se me acerca de inmediato ignorando a Dante— ¿Ese viejo pervertido te está acosando?

—¡Oye! —Dante se queja —Eso fue grosero.

—Oh mi bebé —consigue abrazarme, demasiado, demasiado cerca que puedo sentir hasta el latido de su corazón.

—¡¡¡¡¡¿Qué estás haciendo?!!!!! —el grito de Dante consigue hacer que ella se separe, pero aun mantengo el sonrojo que me provocó. Nunca había puesto mi cara en el pecho de una mujer ni mucho menos de esa manera.

¿Qué acaba de pasar?

—Estúpida, lo asustas.

—Estúpido tú. —Gloria lo empuja a un lado, pero no lo suficiente para evitar que yo escuche—. Eres un descuidado. No puedes hacer de Fortuna tu patio de juegos personal y mucho menos con Nero, podrían colgarlo o aún peor. ¿Qué hubiera sucedido si fuera Credo?

—Ya, ya. ¿En dónde está?

—No tengo ni idea, lo estuve siguiendo, pero desapareció en un punto en concreto, quizás se trate de un pasadizo o entrada secreta. El castillo tiene puntos aleatorios en ciertas habitaciones.

—Ya veo.

—Los estoy escuchando. —me repongo disipando por completo lo que paso— ¿Sabes algo de Kyrie? ¿Está bien?

Gloria niega con la cabeza.

—¿Y entonces seguirás manteniendo ese disfraz tan soso, Trish?

—Cállate, Dante. —Ahora me observa con atención— ¿Nero, estas bien?

—¿Sí?

—Bien, supongo que por ahora no castigaré a Dante, hasta entonces, ten cuidado con él.

—Trish, sé que quizás no te importe, pero ayúdame a encontrar a Kyrie —suplico.

— Es justo lo que hago. —vuelve a abrazarme y esta vez sí que me ha distraído más —Todo por ti, hijito.

—Ya, para. —pido— Me confundes.

Dante no está para nada feliz por su acción.

—Cambia de cara, Dante —le dice y yo me separo— Recuerda mis consejos, tarado —Lanza un suspiro— Bueno, tendré que buscar más pistas en el bosque Mitis, ustedes adéntrense en el castillo.

Trato de no girarme a ver como se marcha, ya tengo suficiente con la ropa que trae puesta. Justo ahora tenía que aparecerse, pero está bien. No debería perder el tiempo de nuevo.

—¿Acaso te gusto que te abrazara? —Dante coloca sus manos en la cintura.

—¿Vas a ponerte así solo por eso?

—Te ves tan hetero ahora.

—Ya cállate, Dante. —suelto con enojo abriendo la puerta del castillo. No hay nadie a la vista y pareciera que un demonio entro en el lugar, logro notar algunos rasguños en las paredes.

DÉJAME APAGAR TU FUEGO | DANERO 2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora