CAPITULO III

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Nero.

Como intenté borrarte, Dante, pero en la mitad del proceso algo dentro de mi simplemente nos vía a ambos juntos, en esos recuerdos de mi viaje, y me detuvo cuando te traté de olvidarte. Cuanto más quería pasar por alto tu alejamiento, más quise que te quedaras en mi mente y la única razón que surgía, entre todo mi enojo, era que en el fondo pertenecías a ese lugar, a mis recuerdos.

—¿Nero?

—Gloria.

—Deberías normalizar el llamarme Trish cuando estamos a solas. —me sonríe— ¿Cómo has estado mi pequeño hijito?

Evito mostrarme aturdido por su reciente muestra de afecto, pero caigo en cuenta de que lo hace porque está enterada que he dado con Dante de la peor manera y se lo recrimino.

—¿Lo sabias?

—¿Saber qué?

—No te hagas la desentendida, Trish. Sabías que vendría y haría un show y de la peor forma posible. Mi hermana está asustada y Credo—

—Tus hermanos no son mi prioridad, cariño, solo tú.

—Sí, muy graciosa. —le regalo una mueca de fastidio.

—Oh, vamos, ¿así es como me recibes después de ocho meses sin vernos? Pensé que me querías.

—Y yo pensé que me lo contarías todo.

Trish evita echarse a reír por mis palabras y entonces, con esa típica pose mientras acaricia su cabello, me observa por encima del hombro.

—Le debo fidelidad a Dante y a Lady también. Son los únicos recursos vitales para una amistad duradera.

—Sí, claro. —esbozo sonrisa sarcástica. —Pudiste decírmelo, Trish.

—Ya, está bien. —alza las manos— Iba a contártelo, aunque no se pudo.

—¿Por qué?

Trish duda en seguir hablando, titubea y se encamina hacia uno de los escalones que dan a la entrada en dirección de la espesa nieve.

—¿No me digas que has caminado todo el trayecto con ese uniforme?

Asiento mirando mi atuendo y regresando la mirada hacia ella para que prosiga hablando.

—Te queda mejor el que tenías el año pasado.

—Ese no era un uniforme, ni nada oficial— le recuerdo—. Además, Credo me obligó a vestirme así.

—Y como el buen niño que eres, le hiciste caso.

Resoplo y rodeo los ojos.

—Ya, dime que quieres, Trish —me acerco a ella—. Sé que te apareces para decirme algo más que solo hacerlo para conversar.

—Sí que me vas conociendo, hijito.

Le lanzo una mirada irritada, pero ella sonríe.

—Fue Credo quien llamó a Dante —comenta y de pronto todo se pone blanco en mi mente—. Hay un pequeño detalle en todo el tema, Nero, un detallón.

—Dímelo —mi voz suena rasposa.

Se me ha secado la boca, como si hubiera corrido millas de kilómetros, pero es la impresión.

—No lo sé todo, pero finjo que lo sé. —me guiña y yo retiro la mirada pensando en sus palabras.

—Parece que todos saben de qué va el tema y yo recién me entero. —trato de no maldecir en frente de ella.

DÉJAME APAGAR TU FUEGO | DANERO 2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora