CAPITULO X

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Nero.

Un frío sepulcral me ha recibido cuando llegué al interior del castillo. Le resto importancia y de un solo salto, consigo llegar al segundo nivel. Siento que las ganas me abandonan, curiosamente espero que no sea por Dante. Hecho un último vistazo al lugar para luego introducirme a la recamará de una de las puertas, la de color azul claro para ser precisos.

El silencio se presenta y sin ningún atisbo de preocupación en mis pasos, decido que lo mejor sería encaminarme en dirección al cuarto de torturas para cortar camino y llegar más rápidamente a la entrada del laboratorio.

Asesino a los demonios que se presentan y evitando llamar la atención, consigo derrotar alguno que otro Mephisto.

—Dante —susurro pensando en la idea de su preocupación hacia mí. Casi es un suspiro. Nadie, aparte de Kyrie o Credo, se ha preocupado tanto por mi estado. Y Dante lo ha hecho sutilmente, de una forma que me hace sentir bien conmigo mismo.

Quizás sea el único que me comprenda.

El único que consiga comprenderme como siempre he querido.

Si fuera así... en todo caso... yo probablemente quiera seguirlo... Irme de Fortuna.

Entre todos esos pensamientos, he conseguido llegar a una puerta que da al laboratorio principal. Me sorprende lo rápido que ha sido. Así que me enfoco en seguir el rastro nauseabundo que suelen dejar los demonios para continuar la ruta sin perderme.

Este peculiar lugar está dividido, sin duda debe tratarse del laboratorio de este sujeto tan raro, Agnus. Quizás me estoy haciendo ideas de lo que realmente hacía con los soldados o ciudadanos que se unían al proceso de Ascensión, incluso he llegado a pensar que sacrificaban personas para mantener el orden en la ciudad.

Credo me insistió en no preocuparme por esas cosas. Que solo son ideas mías y que evite hablar de mis dudas con alguien más relacionado a la Orden. Tiene razón, ya tengo suficiente con la reputación que me precede.

De pronto mi brazo emite una luz, una no casual y observo a través del cristal. Una espada partida por la mitad resplandece entre toda el aura azul que la sostiene.

Al fin he dado con Agnus.

—Oh, vaya —dice al mirarme mientras apunta en su libreta. Curiosamente esa acción me sorprende, pues pensé en sorprenderlo, no que él lo haga conmigo— Sí que has tardado en llegar. Pensé que sería Credo el primero en enterarse.

—¿Te crees gracioso? —salto rompiendo a la vez el cristal que lo protege con la ayuda de una Gladius.

—¿Es, es, es, eso es po, po, poder demoniaco? —señala mi brazo. Lo miro con repudio— ¿Cómo es posible?

—¿Te has mirado a un espejo antes? —le amenazo con la Red Queen— ¿Qué carajos está pasando aquí?

—¡Es magnífico! —vuelve a mirarme de cerca, demasiado y es motivo suficiente para que considere que debo eliminarlo como a una sucia rata de alcantarilla.

—¿Me has oído? —me quejo intentando darle una estocada con la Red Queen, pero me la ha sostenido en el aire.

—Si buscas respuestas. Yo te las daré. Fue hace unos años que yo empecé esta investigación —camina sin escrúpulos rodeándome—, pensé que podríamos aislar y combinar las fuerzas demoniacas. ¡Conquistaríamos el mundo! Y eso es precisamente el objetivo de su eminencia.

—Menuda estupidez. Pues, ya te puedes ir ahorrando el trabajo porque el viejo va a terminar más que muerto de todas formas.

—Ah, pero el pequeño detalle es que su eminencia ha renacido en forma de ángel.

DÉJAME APAGAR TU FUEGO | DANERO 2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora