CAPITULO V

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Nero.

Me es decepcionante la manera en como todo el amor propio que me costó volver a tener se convirtiera en odio en cuestión de segundos. Su mirada cambió de repente. Lo noté enojado, pero también decepcionado, o eso fue lo que pensé hasta que respondió.

—Y eso te enloquecía, Nero.

En ese instante acabo de comprender que volví a enterrar mi dignidad bajo tierra. Dante está besándome y no lo he detenido. Esta vez lo he dejado hacerlo. Se siente tan bien. Ha intensificado sus movimientos y me está dejando sin aire.

—Para. —pido tratando de separarme.

—No pretendas que me detenga porque no es así como lo sientes.

—¿Dante? —suspiro.

Vuelve a besarme con más intensidad que antes. Dejo que explore mi boca, me sumerjo en él y también lo beso con la misma forma que lo hace. Cierro los ojos con fuerza. Siento que una vez que acabo de entrar a su juego no podré alejarme, como si fuera una necesidad que debe ser saciada y lo dejo estar.

Muerde mis labios con rudeza y consigue hacerme jadear. Había olvidado como se sentía besarlo, sin embargo, está siendo brusco y eso me perturba. Cuando abro los ojos, al fin me doy cuenta que estoy volviendo a lo mismo. Si no me separo de él voy a terminar arrepintiéndome. Lo empujo, pero Dante se apega más a mí y me aprisiona los brazos. Esto no es bueno, va a notar que mi brazo es diferente.

Quizás deba notarlo, así podrá alejarse.

—Ya decía yo porque había algo diferente contigo.

—¿Por qué no te sorprende?

—No lo sé. —Se encoje de hombros.

—No me mires, me doy asco.

—Tú no me das asco. Esto me encanta.

—¿Qué?

—Joder, pero si es un brazo poderoso. Imagina lo que puedes hacer con él y me refiero en el buen sentido, pequeño pervertido.

—Dante —es la primera vez que me siento tan feliz después de esa tragedia— Yo—

—No vuelvas a interrumpirme cuando te estoy besando. Necesito hacerlo, Nero.

—No tienes remedio.

—Descuida, tú siempre tienes la cura.

Maldición, eso se sintió tan bien.

Pero, aun así, mi enojo por como estoy cediendo, es más.

—No sabes lo que dices. —me separo al instante e ingreso por el pequeño barandal a la casa. La familia de Kyrie y Credo no es precisamente "rica", pero si eran personas de bien y muy altruistas.

—Entonces dime. —insiste detrás de mí. Evito golpearlo con la cerradura que se encuentra oxidada y sin girarme, niego lentamente con la cabeza.

No puedo, solo no puedo. Esto me hace sentir mal, triste y lo peor es que me hace sentir diferente, como si hubiera algo malo conmigo. Solo Credo lo sabe, nadie más, ni Kyrie. Por eso mi espada estaba en el bosque, sucedió ese día. Ese maldito día que me hizo sentir aun peor con mi existencia.

—Te vuelo a dejar solo un año y casi te mueres.

—¿Qué?

—Lo sé todo, Nero.

Solo lo observo y evito reprimirle muchas cosas.

—Trish me lo contó. —sus ojos miran fijamente los míos—. No deberías encerrarte por más de un mes o todos creerán que estás muerto. Y lo siento, Nero, pero sí que he preguntado por ti, aunque no dijera una palabra —suspira caminando de un lado a otro—. Cuando tu hermano llamó al local, ella y Lady lo han sabido. Bueno, Trish siempre se mete donde no debe y si no es capaz de sacar información por las buenas, lo hará por las malas.

DÉJAME APAGAR TU FUEGO | DANERO 2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora