CAPITULO XII

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Nero.

He lanzado un suspiro prolongado.

—¡Ese maldito anciano sabía de mí y nunca dijo nada!

Mientras más me encamino a lo profundo, más percibo una luz cegadora recibiéndome.

—¿Acaso todos en la Orden lo sabían?

Consigo sobrepasar esa apertura y llego a un lugar rodeado de ojos enormes. Debe ser el núcleo del que hablaban.

—¿Acaso Dante lo sabía?

Una luz resplandece al instante haciendo que retire la mirada de él.

—Yamato.

Aquella espada está sumergida en el líquido vertido del capullo que lo mantiene de pie. Siento que tira de mi con fuerza y en cuanto trato de asimilar su agarre, más me aprisiona.

—¡Nero!

—¿Dante? —respondo al oír su voz llamándome en mi lugar. En lo alto. Afuera de aquí.

—Tienes que salir cuanto antes o podría—

—¡Sé lo que tengo que hacer!

—¿Nero?

Aquella luz resplandece otra vez y mi brazo hace lo mismo, siento que me perturba y jala de mi con fuerza desmedida. Como si se tratara de una corriente que continúa forzándome a tomar la espada y fundirme con ella. De pronto, todo se pone oscuro. La oscuridad me rodea en un abrir y cerrar de ojos, y en el siguiente parpadeo el lugar donde estaba ha cambiado.

—¿Poder? —ha preguntado una voz, chilla en mi cabeza como si se tratara de un zumbido— ¿Es lo que tu alma desea?

—No así...

—¿Entonces cómo?

—Yo... yo solo quiero que todo termine.

—No terminará.

—Quiero... quiero que todos estén bien.

—¡Nero! —la voz de Dante retumba otra vez en mi cabeza, pero la otra voz continúa susurrando.

Es tan difícil comprender lo que dice.

—¿Quién eres?

Silencio.

He conseguido tocar a Yamato, la textura fría me aturde y el filo me corta ligeramente los dedos. En ese segundo, todo vuelve a cambiar.

—Talvez solo quería una respuesta.

—¿Sobre qué?

—¿Quién soy?

Silencio.

—Solo quiero saber quién soy.

Otra vez silencio.

Quizás no me dé una respuesta. He sentido que esta cosa se mueve lentamente o quizás demasiado rápido como para que yo lo note. Sin embargo, los gruñidos de batalla de Dante se escuchan como ecos por todo el lugar.

—No vas a dejarme atrás... ¿eh? Dante... Ojalá pudieras rendirte.... No creo poder aguantar más...

—¡Nero! —su grito me reconforma unos segundos.

Esa pesada capa de luz me envuelve y cuando todo está oscuro, mis recuerdos giran alrededor de mí. Una y otra vez, las imágenes de Kyrie tratando de ser salvada por mí y mi brazo siendo herido rondan a mi alrededor. Estuve muy cerca de perderla. La púnica que me ha podido cuidar desde que me adoptaron. Luego los recuerdos con Credo entrenando y, por último, Dante.

DÉJAME APAGAR TU FUEGO | DANERO 2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora