CAPITULO VII

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Dante.

—¡Nero, abre la maldita puerta!

¿Cómo es posible que uno de mis mejores días se convierta en el peor de todos?

Nero está tan pálido que parece un papel en blanco, lo miro buscando una respuesta, algún movimiento, pero no se mueve. La puerta vuelve a sonar y un inesperado golpe del otro lado sugiere que trata de abrir. Sin previo aviso empujo a Nero hacia su armario y le lanzo unas sábanas con tanta rapidez que termina por recibirlo con el rostro.

—No te muevas y no salgas hasta que yo te lo pida —susurro lo más bajo que puedo—. Yo me hago cargo de esto.

Sin mucho entusiasmo cierro las puestas y busco mis pantalones como nunca antes los había buscado.

—¡Nero! —otra vez aquella voz que sé de quién es, vuelve a presentarse y con una toalla enredo mi cabello, fingiendo que he tomado una ducha. En el segundo que trato de ir por la puerta, esta se abre de golpe al instante.

Esto es un verdadero caos.

—¿Qué carajos? —su mirada es rauda y me inquieta— ¿Qué demonios haces aquí? —ha conseguido desenfundar su espada y colocarla en mi dirección. No he dudado en alzar las manos en señal de confusión, más no por derrota.

Yo nunca pierdo.

—¡Tú fuiste quien atacó a su eminencia!

—Tú me llamaste. —me excuso —¿Qué esperabas? ¿Qué le diera un ramo de rosas?

—Yo llamé a Gloria, no a ti.

—Es lo mismo.

—No me importa, ¿dónde está Nero?

—¿Ah? —Lo observo confundido, aún no ha retirado la espada— ¿Nero? ¿Quién es Nero?

Su rostro ha cambiado en el segundo y me arrepiento por haber bromeado. Ese enojo es tan abrumador que no estoy seguro de lo que va a decir a continuación.

—Aléjate de mi hermano.

Yo no me asusto, pero ahora sí que me he asustado.

—Credo.

—¿Vas a decirme cómo has entrado aquí? —su tono es exasperante y trago saliva mientras formulo una respuesta coherente.

—La puerta estaba abierta, yo solo me he colado. —trato de sonreír pero él ni se inmuta.

—¿Abierta? —lo piensa unos segundos— Acaso Kyrie—

—Tenía que darme una ducha urgente —le interrumpo—, ya sabes, la sangre de demonio no se quita sola y este clima es un asco, como sobreviv—

—¡¿Eras tú el que hacia esos ruidos raros?!

Formas de morir parte uno: decirle a Credo que esos sonidos eran precisamente de su hermano y que no eran sonidos normales. Eran gemidos.

—Discúlpame, enserio.

Su mirada se desacopla a una de confusión y con cierto recelo aprieta su espada.

—Es que... —su rostro me juzga—. Es que... —y continúa juzgándome—. Me hice unas manualidades.

—¿Qué?

—Oh, vamos, amigo. No tengo porque explicarte que hago en la ducha a solas, ¿o sí? —Busco con rapidez mi garabina para huir. Esto ya es incómodo—. Además, debería acabar mi trabajo o no van a pagarme o, mejor dicho, no vas a pagarme.

—¡Lárgate de mi casa!

—Bien, bien. —Busco un punto fijo a través del cristal de la ventana y doy por hecho que Nero lo entenderá. Si no huyo ahora, es posible que Credo enloquezca.

DÉJAME APAGAR TU FUEGO | DANERO 2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora